Viejo chiste

Juan F. Castanier Muñoz

A finales de los sesentas se hizo popular este chiste político: que ¿cómo reaccionaban los miembros de las diversas corrientes ideológicas vigentes en la época, al enterarse de una traición por parte de su esposa?; se decía que el liberal iba inmediatamente donde un abogado para plantear la demanda de divorcio; el conservador iba a rezar en la iglesia para pedir conformidad; y, el comunista reunía a una media docena de sus camaradas y apedreaba la embajada de los EE.UU.

Fue inevitable recordar el chiste citado, después de escuchar la primera intervención pública del abogado Jaime Nebot, luego de la derrota electoral sufrida por los candidatos de su partido sobre todo en el Guayas, otrora inexpugnable fortín electoral del socialcristianismo. Y digo que fue inevitable, porque se suponía que Nebot intentaría alguna explicación frente a los resultados electorales, pero en lugar de ello, arremetió contra el presidente Lasso, le endilgó una serie de calificativos y prácticamente su crítica al primer mandatario le tomó la mayor parte de su intervención, ¡como si el presidente fuera el causante o el responsable de la debacle electoral de la lista 6!

Una de las falencias de nuestra incultura política es la de querer inculpar a terceros de los fracasos de los movimientos o de los partidos. Jamás de los “jamases” las cúpulas partidistas analizan con objetividad los sucesos de su entorno, y peor aceptan sus propios errores y equivocaciones, cuando la gran verdad es que ningún partido o movimiento “muere” por ataques externos sino por la acumulación de sus propias ambiciones y desatinos. El caudillismo por ejemplo, mal endémico en el país, y ahora con una “innombrable” muestra, nunca ha llegado lejos, porque sus estrategias populistas incluyen el despilfarro y la instalación del poder único, que terminan a la final asfixiando a la sociedad. Y como “antes estábamos mejor”, cual reza el slogan para los desmemoriados, es hora de desnudar sus verdaderas intenciones, que no son sino las mismas de Glas, Mera y Salcedo, hoy libres, con sentencias cumplidas a medio pelo, con los bolsillos llenos y sin un centavo devuelto. (O)