Algo pasa en la cárcel de Turi

El crimen organizado -altamente sofisticado- no tiene miramiento alguno, aprovecha la debilidad de la Justicia, el miedo y pánico de la población, el desconcierto entre las autoridades, hasta amenaza con escritos anónimos colocados en sitios públicos, y recluta a menores de edad para cometer sus fechorías. Son el reflejo del Ecuador de estos tiempos.

No es hacer apología de los pasquines, como los esparcidos en el Complejo Judicial de Cuenca; pero tampoco conviene asumir con “un cuarto de ojo” o el “ya veremos” la reacción del aludido: el director de la cárcel de Turi, Omar León.

León advierte con renunciar para proteger la integridad física de su familia y la suya propia. Eso no es todo ni lo menos grave: revela el interés de un grupo delictivo para ejercer el control total de la cárcel. Ahora lo tendría en un 30 %.

Aquello tampoco es nada nuevo. Los motines carcelarios, las “carnicerías humanas” producidas en esa cárcel, tienen esos signos perversos, como los ocurridos en otros centros penitenciarios.

Algo más preocupante ha dicho: “si no se hace algo íntegro en la cárcel de Turi, próximamente verán a Cuenca convertida en otro Guayaquil”.

Tal expresión, para unos, dicha a lo mejor para salirse del apuro ante las acusaciones en su contra, pero negadas por él, las autoridades deben tomarla con suma preocupación, convocándolo para tener mayores detalles.

Las últimas muertes violentas ocurridas en Cuenca pueden ser consecuencia de luchas por los “narcoterritorios” y de querer mandar en la cárcel, considerada, en teoría, como regional, una categorización pasada por alto por el SNAI y los jueces.

El Mercurio, en su edición de este martes informa sobre el preocupante crecimiento del delito de extorsiones en Cuenca. En 2022 se presentaron 299 denuncias, frente a 83 hechas en 2019.

Cruzarse de brazos y echar de menos la advertencia del director de la cárcel no es lo aconsejable. Se debe actuar; y ya.