Impacto económico

No se requiere hacer grandes evaluaciones. Basta el sentido común para deducir las pérdidas económicas por el mal estado de las vías intraprovinciales.

Cuenca, Azuay en general, está literalmente encerrada, salvo algunos “escapes” tanto hacia la Costa como al norte del país.

El trágico macro deslizamiento de tierra ocurrido en Alausí ha bloqueado el tránsito vehicular desde Cuenca hacia Quito y otras ciudades ubicadas a lo largo de la Panamericana Norte.

Los pasos habilitados son un peligro. Desde la Sierra centro viene a Cuenca una gran variedad de productos, entre ellos papa, granos, zanahoria, remolachas, choclos y lácteos. Desde esta urbe son distribuidos a los demás cantones de la provincia, cuya producción no es suficiente par abastecer los mercados.

Es un hecho: subirán los fletes y, por consiguiente, los precios de esos productos. La cadena de intermediarios se encargará de elevarlos más cuando lleguen a los consumidores, proclives al abuso.

Hacia Guayas y El Oro, la conexión terrestre desde Cuenca es otra odisea. Ir por la Cuenca-Molleturo-Puerto Inca es un desafío, a la vida, incluso. La Zhud-El Triunfo es la alternativa. El tiempo de recorrido es mucho mayor, sin contar los peligros, y esto implica alza de pasajes, también de fletes.

Hacia Machala sigue el cierre de la vía Cuenca-Girón-Pasaje en Gramalote. Un paso provisional abierto en este sector es otra aventura, peligroso, además. Igual lo es la recientemente habilitada La Chilca-Uzhcurrumi-Pasaje, no libre de asaltos.

A lo largo de esa vía intraprovincial todos los negocios, grandes, medianos y pequeños, entre estos últimos, locales de comidas y frutas, languidecen. Similar impacto sufren los ubicados en las demás carreteras afectadas, mientras el invierno no amaina.

El impacto de la destrucción vial en la economía es evidente, en especial en el bolsillo de la gente. Mientas más demoren los trabajos de reparación, será peor.