Testigo de la masacre en Birmania: «Había cuerpos mutilados, muchos niños»

La propia junta militar reconoció este miércoles la autoría del ataque. EFE

«Nos bombardearon durante unos diez minutos», cuenta a EFE un superviviente del ataque del Ejército birmano el 11 de abril de 2023 contra un acto de la oposición que se estima ha dejado alrededor de un centenar de muertos, entre ellos decenas de niños, en el que previsiblemente sea el asalto más sangriento de la junta desde la asonada de 2021.

«Hay cuerpos mutilados, no sé cómo narrarlo. La situación es todavía muy complicada, podremos saber más en los próximos días. No nos hemos podido sobreponer», dice a EFE en una entrecortada conversación teléfonica un joven de 25 años que sobrevivió al ataque perpetrado el martes por el Ejército birmano (Tatmadaw) en la localidad de Pazigyi, en la región noroccidental de Sagaing.

El día había comenzado en Pazigyi, un pueblo de unos 3.800 habitantes en Sagaing, uno de los bastiones rebeldes en Birmania, cuando alrededor de 150 personas se congregaron para asistir a una ceremonia de inauguración de una oficina administrativa vinculada al opositor Gobierno de Unidad Nacional (NUG), que se declara la autoridad legítima del país tras el golpe de Estado de los militares.

Entonces, «cazas arrojaron una bomba directamente contra la multitud. Cuando me agaché y miré atrás había niños de 3, 5, 7 años…», afirma el joven, quien prefiere no revelar su nombre y afirma que tuvo suerte de escapar de un bombardeo que se eternizó durante «unos diez minutos».

«No sé cuánta gente puede haber muerto. Al menos cien. Todavía estamos intentando averiguar cuánta gente murió«, afirma, subrayando la dificultad del recuento pues muchos cadáveres «están mutilados».

Por su parte, un portavoz del NUG aseguró hoy a EFE que, si bien las cifras aún son inciertas, según su Ministerio de Asuntos Humanitarios hay 62 muertes confirmadas y 70 heridos, algunos en estado crítico, mientras clínicas de la zona elevan el número a más de 100 fallecidos y 50 heridos.

Esta fuente afirma que hubo al menos dos ataques aéreos y que, según sus informadores, en el primero las fuerzas birmanas lanzaron dos bombas «incendiarias» ZB-500, mientras el segundo, ocurrido por la tarde cuando tenían lugar las operaciones de rescate, atacó con bombas FAB-500, todas de fabricación soviética.

Un informe de la ONU aseguró el pasado año que países como Rusia y China han suministrado armamento a la junta desde el golpe que acabó con el Gobierno electo de Aung San Suu Kyi.

«Se está convirtiendo en el ataque más mortífero desde la asonada del que tengamos constancia», dice a EFE el portavoz del NUG, bajo condición de anonimato.

Un vídeo grabado por testigos tras el ataque muestra la abundancia de escombros en la zona y restos de lo que parecen prendas y calzados esparcidos por un terreno con puntos aún cubiertos en llamas.

EL EJÉRCITO, SIN CONTROL Y CONTRA LOS REBELDES

La propia junta militar reconoció este miércoles la autoría del ataque, y su portavoz, Zaw Min Tun, declaró a la cadena de televisión Myawaddy, perteneciente a los generales, que el bombardeo se dirigió contra las fuerzas de defensa del pueblo (PDF, por sus siglas en inglés), el brazo armado del NUG.

«Probablemente, civiles obligados a apoyarles murieron también», declaró el general, que siguiendo la retórica militar tachó a las PDF de «terroristas«.

El joven entrevistado por EFE se declara miembro de las PDF y desmiente las declaraciones del portavoz. «Todas las víctimas eran civiles. Todas«, asegura.

El ataque, que confirma la escalada de violencia de un Ejército conocido por sus atrocidades y acusado por la ONU de crímenes de lesa humanidad contra la minoría rohinyá, va en línea con las recientes arengas del líder de la junta.

El pasado 27 de marzo, con motivo del Día de las Fuerzas Armadas, el general Min Aung Hlaing advirtió que «aplacará con firmeza» a la resistencia, con el foco en el NUG y en las PDF.

Pero detrás de las soflamas y los ataques del régimen golpista, expertos aseguran que hay un Ejército desesperado por no haber sido capaz de hacerse con el control de más de una cuarta parte del país debido al surgimiento del NUG y las PDF, y advierten sobre crecientes represalias militares en consecuencia.

Mientras el NUG fue formado primero en parte por exdiputados del Legislativo civil derrocado, las PDF se nutrieron poco después sobre todo de jóvenes que dejaron atrás su vida y profesiones para plantar cara al Ejército tras el golpe, y han ido aumentando sus destrezas bélicas en un giro inesperado para el Tatmadaw.

La comunidad internacional, incluidos EE.UU., la Unión Europea y la ONU han condenado el ataque de Sagaing.

«¿Cuántos niños de Birmania deben morir antes de que los líderes mundiales tomen medidas fuertes y coordinadas para detener esta carnicería?», apuntó en Twitter el relator de la ONU para Birmania, Thomas Andrews.

Andrews denunció en marzo que más de 3.000 civiles han sido asesinados, 1,3 millones han tenido que abandonar sus hogares y 16.000 se han convertido en presos políticos desde el golpe, entre ellos Aung San Suu Kyi, poniendo fin a una década de transición democrática y sumiendo al país en una espiral de violencia y semianarquía. EFE