El horno de leña, una herramienta que perdura

Elaboración de pan en horno de leña
Marco Castillo colabora en la elaboración del pan en el horno de leña, en un local del Centro Histórico. Foto XCA

Si hay algo que perdura de la Cuenca colonial son los hornos de leña. A diferencia del patrimonio, que ha sido adaptado a las necesidades del presente, el horno que se construía con adobe no ha cambiado.

Su forma ovalada y su función es la misma en una ciudad que todavía la atesora. Si no dese un paseo por el Centro Histórico. Todavía hay panaderías que hornean sus productos con el calor que guardan los hornos. Todavía hay espacios en los que se los protege.

Un ejemplo de esa protección se puede observar en el Complejo Patrimonial de Todo Santos. En un espacio que da hacia el río Tomebamba reposa el “horno madre” de las Oblatas.

Horno de las Oblatas

El horno fue construido en 1820, es el más antiguo y más grande que sigue en pie.

La herramienta de barro es atesorada por las Oblatas porque, hace dos siglos, era usado para alimentar a las hermanas que residían en Todos Santos. Además de la subsistencia propia, las hermanas usaban el horno madre para sostener la Escuela San Miguel, un establecimiento educativo que atendía a las niñas de indígenas de aquel entonces.

El horno de leña las Hermanas Oblatas volverá a ponerse en funcionamiento en mayo, en el Complejo de Todos Santos. Foto XCA

Rodillas de Cristo, las costras, los mestizos y las guaguas de pan se cocieron en un horno que hoy es atesorado. “El horno le da identidad a la congregación. Lo valoran, lo cuida. El horno ya fue restaurando en el 2010 con el apoyo de la Embajada de los Estados Unidos, y ahora esperamos que en mayo vuelva a funcionar”, comentó Patricia Gualpa, la hermana Oblata que ha estado detrás de la reapertura del Complejo de Todos Santos.

Otro ejemplo de la importancia que tienen los hornos para los cuencanos se puede ver en la intersección de las calles Estévez de Toral y Gran Colombia. En un pequeño espacio, José Manuel Castillo, de 81 años, junto a Marco Castillo, de 54 años, todas las tardes preparan pan en su horno de leña.

A pesar de su edad, don José no puede despegarse de su horno desde hace 64 años, cuando decidió que quería ser panadero. El pan que preparan se puede adquirir en la esquina de las calles Bolívar y Estévez de Toral, o en la entrada de la Casa de la Mujer, que se encuentra en la General Torres y Presidente Córdova.