Marcha por la vialidad

Hasta los más lúcidos olvidarían ya las incontables marchas organizadas por los azuayos para reclamar a los diferentes gobiernos por su postración vial.

Según el organigrama administrativo, caduco como tantas cosas en el Ecuador, el gobierno tiene a su cargo las vías intraprovinciales; los seccionales (Municipios y Prefecturas) las rurales. Entre estos hay competencias para cada uno.

Nadie interviene donde no le compete, excepto si suscriben acuerdos interinstitucionales, para compartir sus exiguos presupuestos.

Esas tareas administrativas favorecen al centralismo, tan pero tan tacaño, sobre todo desentendido, concentrador hasta no más, despreciativo acaso, a la hora de atender la vialidad azuaya.

Gran parte de la Cuenca-Girón-Pasaje, a causa de fallas geológicas, sirve de poco. Su mesa de rodadura es una “verdadera gelatina”. Invertir en rehabilitarla, peor en estudios como los ofrecidos, es malgastar los recursos públicos.

La vía hacia Guayaquil es otra “vena abierta”. Intentando cerrarla, se drenan recursos. Por eso, el sector productivo del Azuay propone una nueva carretera mediante alianzas público-privadas, cuyos estudios están en un convenio de “buenas intenciones”.

Las demás vías a cargo del centralismo están igual o peor; inconclusas algunas.

Razones sobran para la “Gran Cruzada por la Vialidad del Azuay” a efectuarse hoy en Cuenca, organizada por la Asamblea Ciudadana.

Se plantea al gobierno la asignación de un presupuesto real y la entrega de las “vías estatales” al Municipio de Cuenca y a la Prefectura del Azuay.

La pésima vialidad significa pérdidas económicas. Así lo debe entender el gobierno; igual, sopesar el dañino efecto concentrador de recursos y decisiones.

Es inentendible el compromiso gubernamental con los organismos de crédito internacionales: reducir inversiones en obra pública a cambio de préstamos. Insólito.

Ojalá el régimen enfrente la reacción azuaya con sapiencia, justicia y equidad. Por estos lados también se produce y se tributa.