El rostro del diablo que aparece en las máscaras que miles de danzantes usan para bailar por el nuevo año en las calles de Píllaro son elaboradas con papel, alambre, pintura y engrudo pero, sobre todo, con mucha paciencia y el apego a una tradición milenaria.
Ese es el criterio de muchos artesanos de esta pródiga localidad andina que entre el 1 y el 6 de enero celebra la «Diablada Pillareña», una contagiosa fiesta popular que recuerda la «Resistencia» de las comunidades indígenas por defender su identidad cultural.
MÁSCARAS DEL DIABLO QUE VIAJAN AL EXTRANJERO
Por eso es que Marco Antonio Caillamara, uno de los artesanos del barrio Rocafuerte de Píllaro, trabaja durante todo el año las máscaras con las que miles de sus vecinos se disfrazarán de diablos para bailar en esta época.
Caillamara trabaja con sus hijos y cada año elabora entre 50 y 60 unidades de diferentes tamaños y colores. Ha llegado a tener fama por el excelente acabado de las caretas que incluso, según dijo a Efe, han ido al extranjero, sobre todo a coleccionistas de Miami (EE.UU.).
Las máscaras se hacen «de papel y engrudo», unidos con alambre y se adornan con cuernos de animales como toros, venados o carneros, aunque en la actualidad muchos han dejado de solicitar las cornamentas de ejemplares muertos, para reemplazarlas por réplicas elaboradas con material sintético, sobre todo fibra de vidrio.
Agregó que una «máscara básica» cuesta entre 50 y 1.200 dólares, dependiendo del tamaño, la textura, los materiales usados y si llevan o no luces incorporadas.
«BAILAR DE DIABLO NO ES PECADO»
Él no tiene duda de que la idea del diablo es sólo una representación mental humana y que, en el caso de Píllaro, la imagen del demonio es usada para el deleite de quienes bailan travestidos con ese personaje, y los miles que acuden a esta coqueta localidad andina para disfrutar de la «Diablada».
Por eso, Caillamara recuerda que un sacerdote católico de esta localidad dejó claro que «bailar de diablo no es un pecado, sino el actuar como diablo: emborracharse, maltratatar a las mujeres o comportarse mal».
Para él, esta tradición -que se remonta al tiempo de la llegada de los españoles– tiene un significado profundo por haber sido concebida hace más de 500 años.
LA DIABLADA, UNA FIESTA DE RESISTENCIA
Freddy Sinaula es otro de los escultores que elaboran las majestuosas caretas de la «Diablada Pillareña» y está convencido que esta festividad tiene que ver con la «resistencia ante la conquista española«.
Aunque no ha perdido la tradición de usar el papel y el engrudo como base de su arte, Sinaula aseguró que en la actualidad los artesanos prefieren usar la fibra de vidrio.
«Para el bailador es más cómoda la máscara hecha con fibra de vidrio» y para el artesano la posibilidad de incorporar más detalles, agregó.
Él elabora unas 200 máscaras al año y la mayoría de sus creaciones se lucirán durante la «Diablada», aunque muchas también han ido al extranjero.
«La nariz aguileña, las cormamentas enramadas y los colmillos entrecruzados», además del uso de colores llamativos, son las características de las máscaras actuales, aunque ello no significa perder de vista el objetivo de la celebración.
Esta fiesta «nace desde la cultura misma con una sola palabra: Resistencia. Este es el significado que nuestros ancestros nos han dejado», remarcó Sinaula quien dice sentirse orgulloso de haber heredado de sus padres el arte de la confección de las máscaras de diablos.
El alcalde de Píllaro, Francisco Yanchatipán, coincide en que el significado de la «Diablada» es la «Resistencia», pero opinó que también subyace la idea de la «equidad», un valor fundamental en la cosmovisión indígena.
50.000 TURISTAS VISTAN PÍLLARO PARA VER AL DIABLO
Este año, comentó el alcalde, se han inscrito 14 grupos o «partidas», que estarán integradas por entre 500 y 600 bailadores cada uno.
Además, remarcó que Píllaro espera la llegada de unos 50.000 visitantes nacionales y extranjeros durante los seis días de festejos, lo que representa una buena oportunidad para fortalecer el turismo, la economía local, la actividad artesanales y la rica gastronomía de esa región andina de Ecuador.
Los diablos junto con las guarichas (mujeres jóvenes) y los «oficiales» desfilan por las calles de Píllaro en una colorida danza al ritmo de los tambores y las trompetas de varias bandas de pueblo que, igualmente, lucen en estos días sus mejores galas.
Los diablos bufan y maldicen mientras danzan con un ritmo pegajoso que asusta y divierte a los visitantes, algunos de los cuales se animan a integrarse por algunos minutos a la impetuosa coreografía.
Las diferentes partidas o grupos se alternan en pasar por la plaza de Píllaro que vive un carnaval andino en el inicio del año. EFE