El Vado es arte y patrimonio

Era la antigua entrada al sur de la ciudad, una calle empinada que trepa desde el puente sobre el río Tomebamba forma, en la cúspide, una especie de balcón del centro histórico del que está suspendido, pendiente, hacia el río, el barrio del Vado, al final de la Calle Larga. La calle peatonal de La Condamine, la vehicular del mismo nombre, la calle De la Cruz, la plaza, la cruz de mármol levantada 1881 con su glorieta, el monumento al palo encebado, la escultopintura de las panaderas, del maestro René Pulla.

Era la antigua entrada al sur de la ciudad, una calle empinada que trepa desde el puente sobre el río Tomebamba forma, en la cúspide, una especie de balcón del centro histórico del que está suspendido, pendiente, hacia el río, el barrio del Vado, al final de la Calle Larga.

La calle peatonal de La Condamine, la vehicular del mismo nombre, la calle De la Cruz, la plaza, la cruz de mármol levantada 1881 con su glorieta, el monumento al palo encebado, la escultopintura de las panaderas, del maestro René Pulla.

Las casas patrimoniales como la de la Lira; sus materiales: el adobe, el alabastro, la teja y piedra son el marco para una docena de atractivos turísticos que la comunidad vadense quiere desarrollar e invita a conocer tanto a los propios cuencanos como a los visitantes.

El espíritu morlaco vive en este espacio histórico y patrimonial, presente a cada paso, en cada local, taller, museo, galería, sombrerería…

Lo verá quien ingrese al taller de Juan Gutiérrez, maestro artesano de objetos utilitarios de cobre, bronce y latón: pailas, teteras, comederos para aves, de todo; muy cerca están quienes alquilan trajes y componen carros alegóricos para las pasadas navideñas.

En el Vado se concentran al menos tres peluquerías-barberías, de las antiguas, de esas con sillón dotado a un costado de las correas para afilar las navajas de afeitar.

Uno de esos maestros peluquero-barberos es Juan Tenesaca, con numerosos cursos sobre su arte y aun sobre las enfermedades del cuero cabelludo y la piel, con 48 años de oficio, casi todos en la misma calle.

Igualmente, hay talleres de compostura de sombreros, como el de Camilo Merchán. Aquí a los sombreros antiguos, dañados, manchados o con roturas se los deja como nuevos. Se los cose, engoma, blanquea, repara. Hay gentes que usan su sombrero por años y por eso los mandan a arreglar. “Lo llevamos con orgullo” dice Diana Sari, clienta. Una reparación cuesta de 3 a 10 dólares.

El Vado es también espacio para las artes. Édgar Marín trabaja en su taller de pintura, escultura y cerámica. “Los artistas buscamos espacios de acercamiento a la sociedad como un proceso continuo. El atractivo histórico es un valor agregado”, dice Marín.

También está Nelson Torres, artista que trabaja en repujado de cobre, o con ácidos sobre metal en busca de efectos visuales y de color sobre los mismos. Buril en mano, logra reproducir perfectos detalles de paisajes urbanos, como en un cuadro de Cuenca antigua, del parque Calderón con su verja y cerramiento.

Junto al arte están las antigüedades, como la Casa Museo La Condamine, donde se encontrará objetos utilitarios y de arte religioso: imágenes, cruces, crucifijos, radios, juguetes y más.

La construcción de instrumentos musicales tradicionales, flautas, quenas, pingullos, rondadores, no falta aquí; de ello se ocupa el maestro Oswaldo Morocho.

Cerca está el Centro Cultural El Prohibido, dedicado al “arte extremo” cuenta Eduardo Moscoso, quien lo dirige; además de la muestra a su ingreso (esculturas relacionadas con la muerte) tiene una sala de espectáculos y cafetería, estudio de tatuajes y, ocasionalmente, habilita salas de exposición de obras de arte extremo o fantástico…

El Hotel Cruz del Vado, recientemente abierto y restaurado, es un edificio patrimonial de arquitectura europea, con fachada de mármol y grandes arcos, que embellece este sitio emblemático de la ciudad. (F)

 

El río bautizado

Dice la leyenda que el Tomebamba fue un río destructivo desde siempre; que, como remedio para que no vuelva a causar daños con sus crecidas, los cuencanos acudieron al obispo José Carrión Marfil (prelado de Cuenca) con el pedido de que bautizara al río. Fue así como, con agua bendita, desde el barranco, el obispo conjuró al río y lo llamó Julián Matadero… De eso más de 200 años.

El Vado tuvo además su parte de misterio, pues contaban que hace mucho, antes de que la ciudad se poblase, por la orilla del río, merodeaba un fantasma portando una luz, supuestamente una mujer que, en vida, abandonó a su bebé, y estaba condenada a buscarlo. Así nació en Cuenca la leyenda del farol de la viuda. (F)

Patrimonio vivo

En el Vado se ha conformado un Comité Turístico y Cultural que se propone divulgar sus atractivos históricos y turísticos. Para el efecto han editado un mapa de promoción de sus locales.

Origen

El Vado es uno de los sitios mas tradicionales de Cuenca y su existencia se remonta a los orígenes de la fundación de la ciudad, su configuración es colonial pero en el siglo XIX adquirió las características que lo identifican hasta nuestros días…

Por Ángel Vera

Fotos: Xavier Caivinagua