El otro Yo…
Poner en práctica la sentencia de Sócrates: “Conócete a ti mismo” es en extremo difícil, más aún conocer a los otros sin los que la existencia carecería de sentido; en serio y en broma se habla de que todos tenemos un “otro yo”. Por diferentes razones se ha ocultado la real presencia mediante disfraces; en la mayoría de los casos por motivos festivos. Las máscaras pretenden ocultar lo que realmente somos, aunque sea por corto tiempo y en celebraciones de regocijo, como los carnavales, las reuniones y bailes de disfraces son un elemento importante. Recordemos los de Venecia.
En nuestro medio los disfraces están asociados con las fiestas de fin de año y en Cuenca el 6 de enero, sin que haya una razón para asociarlos con los tres reyes. Hasta hace algunas décadas este día -en que concluían las vacaciones de navidad- recorrían la ciudad, provenientes de diversos barrios, las denominadas “partidas de inocentes” –que a veces tenían comportamientos indecentes- que bailaban en las esquinas. Payasos, monos, diablos eran los personajes más populares y hombres disfrazados de mujeres que levantaban las faldas. En esos tiempos, la equidad de género ni siquiera era un sueño.
En los últimos años ha logrado mucha fuerza el concurso de mascaradas en el que participan varias instituciones recurriendo a los disfraces para, con la herramienta del humor, criticar hechos y personas. Los que se disfrazan intenta mostrar su “otro yo” con la esperanza de no ser reconocidos. No se trata de profundizar en la teoría de Freud, lo que tiene importancia es la evasión festiva a la que recurrimos para ocultar lo que realmente somos por unos momentos mediante la risa que nos libera de conflictos internos. (O)