Pablo Quezada: “Antes tomábamos un taco y salíamos filito a jugar”

La noche se torna fría, pero para los amantes del indor tradicional pasa inadvertido. Cada quien vive a su manera cada jugada con gran intensidad. “Aguántele paradito”, gritaba la hija de Pablo Quezada, mientras abrigaba con sus brazos a su pequeña Luna, una perrita chihuahua.

Su padre, de 55 años, fue autor de un gol en el triunfo de Calderón por 2-1 frente a Los Mismos sobre el cemento de la Escuela Luis Cordero. Era sábado y la fiesta deportiva comenzaba a encenderse en la Champions Cup.

El cuadro celeste logró remontar un marcador adverso, pero el rival, como león herido, buscó el empate y en los últimos minutos puso mucho nervio en los hinchas contrarios. “Ay, Jesucristo”, replicaba Viviana tras una jugada que ponía en peligro el triunfo.

“Cuánto falta”, preguntaba a la mesa de control mientras caminaba, inquieta, de un lado para el otro. El rival no dejaba de atacar y para aturdirlo Viviana y su familia soplaban como vuvuzelas: “uhhhhhh”. “La tribuna, es un delirio”, complementaba por el altoparlante Luis “Chalo” Guamán, uno de los organizadores del evento.

La tranquilidad regresó a la fanaticada luego que el juez central sentenció la cuarta victoria consecutiva de Calderón. “Me encanta el indor, desde pequeña le acompañaba a mi padre”, decía Viviana, quien, como en otras ocasiones, puso candado a su negocio de yogur y pan de yuca para acudir al escenario deportivo.

“Nosotros venimos jugando desde muchachos, desde los siete años en la Cornelio Merchán, Manuel J. Calle. Después en el Mundialito de los Pobres con mi querido barrio El Chorro quedé dos veces campeón”, rememoraba don Pablo.

Pisar una cancha de cemento le trae gratos recuerdos y anécdotas. “Este es el auténtico indor de barrio, de cemento, no como el que se juega en el (coliseo) Jefferson Pérez. Antes no se cobraba, se jugaba por la camiseta. Nosotros nos acordábamos que antes de jugar nos tomábamos un taco y salíamos filito a jugar la pelota, lindos tiempos de recordar”.

Con sus amigos no se reúnen para entrenar, únicamente concentran minutos antes del partido. “A mi edad todavía la muevo. Hay que jugar con inteligencia, uno no debe correr sino la pelota”. ¿Y los calambres? “Hay que comer un guineíto para no cansarse y que no den los calambres”. (BST)-(D)

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