Tras 25 años, memorias del excombatiente de la guerra del Cenepa, Gonzalo Gutama

Municiones de diverso calibre utilizadas en la guerra del Cenepa, también serán exhibidas en la exposición desde hoy hasta el viernes en la Corte de Justicia.

Fotos y texto
Aída Zhingre Duque

Redacción El Mercurio

HISTORIA

Si derribó a alguien del Ejército de Perú, no lo recuerda, es parte de los vacíos que hay en su mente, pero está seguro que volvería, si la Patria lo necesitara. Gonzalo Vinicio Gutama Guaillas, oriundo de Molleturo, Cuenca; quería ser militar o sacerdote, escogió lo primero, cree que se fue a la guerra porque no sabía lo que era, “lo peor a lo que puede llegar un ser humano”, pero asegura que se enfilaría otras vez porque ahora tiene la experticia.
Ahora es inspector del Colegio Militar Abdón Calderón, en octubre tendrá su ascenso a suboficial; fue uno de los cientos de “soldados”, de las Fuerzas Especiales de Ecuador, que estuvieron en la línea de fuego, en la Base Tiwintza y otras bases militares, cuando el 26 de enero de 1995, se aplicó un plan para desalojar a los peruanos que se habían asentado en la Cordillera del Cóndor con un helipuerto, y se desató la guerra, cuyo 25 aniversario es el 26 de este mes.
Ese día al anochecer se dieron los bombardeos en lo que se llama la Base Norte; intervenía personal de Fuerzas Especiales con morteros; fue en la presidencia de Sixto Durán Ballén, él acuñó la frase “Ni un paso atrás”.
Para el soldado, disparar su fusil, era cosa normal, estaba en línea de fuego, y lo habían preparado para ello. Su formación incluso lo llevó en momentos de su vida a sentir pasión por matar animales con los que practicaba; baja la mirada al recordar que mató a su perrita mascota.
“Ahora, luego del tratamiento psicológico, siento dolor, tristeza y me doy cuenta de la crueldad que puede llegar a tener una persona. En el entrenamiento me decían, Gutama, mate a su mascota, aquí tiene que demostrar su coraje y valentía; cuando esté frente al enemigo él no verá si es un ser humano, sólo pensará, es él o yo”, relató Gutama.

El uniformado muestra el suspender y su machete que utilizó durante en el combate en el Alto Cenepa, durante su permanencia que duró 46 días.

Se graduó de soldado en Latacunga, siguió el curso de paracaidista y se preparaba para comando, cuando se dio el conflicto; estuvo en los equipos de combate, más cuando salían los camiones, lo hicieron quedar porque el cupo lo ocupó alguien de comunicaciones; a los dos días, se subió en un camión que iba a la frontera; “recuerdo que la gente salía a despedirnos con banderas, nos daban por la ventana máchica, pinol, dinero; se me borra el cassette, no se si llegamos a La Shell o a Gualaquiza”.
Había hecho un curso de GPS, al llegar en un helicóptero, posiblemente a Eros, empezó la caminata en la selva por más de 9 días, avanzaba primero y lo subían a un árbol para que con mayor altura y claridad, ubique las coordenadas. Portaba un fusil M16 con lanza granada, por lo que era considerado potencia de fuego.
“Era impresionante, veíamos salir los muertos con su cuero cabelludo colgado, mutilados, envueltos en plásticos, amarrados, y cada vez el tiroteo se escuchaba más cerca. Estábamos en el Cenepa”, recordó.
La meta de la Brigada Alfaro, al mando del mayor Hegel Peñaherrera, era ubicarse frente al Puesto de Vigilancia 1 (PV1) Soldado Pastor, principal destacamento peruano, para observar el movimiento del “enemigo”, y así organizar y planificar la defensa, pero el 27 de marzo de 1995, los emboscaron los peruanos y ahí murió el sargento ecuatoriano Édisson Mendoza, recuerda con claridad Gutama.
Todas las noches eran tensas, habían bombardeos, pero jamás se arrepintió de haberse subido en aquel camión en Latacunga, pues en la Brigada el entrenamiento le impregnó en el cerebro, frases repetitivas como: “el Perú, es nuestro enemigo”, entonces cuando estalló la guerra, la predisposición estaba, “ha llegado la hora, ésta es la oportunidad”, se dijo.
Tuvieron varios ataques, el 22 de febrero, el 27 de marzo y así, por eso, cuando venía la voz del cese al fuego, les era difícil creer; incluso por la radio les decían que no se confíen porque las patrullas están presentes. Tres guías Arutam de apellido Uyunkat los acompañaban.
Un día estaba bajo unos plásticos, llegaron unos conscriptos y leían cartas de niños, de jóvenes, de mujeres, y le dicen, “Soldado Gutama, tiene una carta, era de su padre Milton, “nuestro dolor es tanto de no saber dónde estás, pero a la vez es un orgullo saber que tenemos un hijo que está defendiendo a la Patria…”, decía el papel.
A su retorno el 3 de abril, luego de 46 días, salió a Numbatacaymi y luego fue a Latacunga, le dieron 360.000 sucres y salió 8 días franco, vino con su uniforme con quemaduras y con cortes, hechos al secarlo en el fuego y al limpiar el lodo con el machete, también mantiene intacto el suspender con su cantimplora, el casco y más.

 Latas de atún, de salchicha y botellas de gaseosa, recogidas en la Base Tiwintza, le recuerdan al excombatiente, los días difíciles y de hambre.

El cuencano recibió en 1995 un “encomio solemne”, reconocimiento especial por su participación destacada y diferente al resto de la tropa.

Desminado

Durante 22 años, la historia estaba casi dormida, cuando inicia el proceso de reconocimiento a los excombatientes, despertó su curiosidad por documentar estos pasajes vividos y empieza una compilación de datos, fotografías y objetos.
Estando con el pase en Gualaquiza, hace unos 8 años, el excombatiente voló a Cóndor Mirador, a Banderas, y a los demás destacamentos; se encontró con un comando que le dice que viaja a Tiwintza y necesitan un guía. “Estuve en la guerra, pero no se bien dónde, llévenme ”, le dije, y me subí al helicóptero sin autorización, eran el 22 de junio de 2016, ellos eran los expertos que ingresaban para el desminado.
Allá, vi el río Tiwintza y era como entrar a mi casa, recordé aquel día del 95 cuando salí en el último vuelo en el helicóptero que volaba siguiendo el río Cenepa, y cuando temíamos que fuera derribado.
Con la delegación, se se encontró con soldados peruanos y conversó; un mes después volvió y recorrió la zona, localizó una granada que luego la desactivó, trincheras, plásticos, latas, y más testigos del campo de guerra, los recolectó.
Durmió en una carpa de los peruanos, recorrió los campos minados, al salir trajo los recuerdos y documentó cada lugar, llegó al sector donde aseguró estaba la frase “Ni un paso atrás” escrita con piedras, excavaron y encontraron el fragmento “Ni un”; para sorpresa de los peruanos que creían que estaban en su territorio.
Muchas piezas están en el Museo de Gualaquiza, y algunas las mantiene el militar en su domicilio, en Cuenca. Serán expuestas desde hoy a las 09:30 en el edificio de la Corte de Justicia del Azuay, calle Sucre y Luis Cordero.

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