Las flores

Además de racional y creador de objetos, los seres humanos somos estéticos en cuanto estamos dotados de capacidad para descubrir belleza en la realidad y crearla mediante realizaciones que superan el prosaico sentido práctico de la vida. Múltiples son los encantos que la naturaleza nos ofrece proporcionándonos satisfacciones que animan el espíritu. Entre los elementos naturales de este tipo se destacan las flores que por su amplia variabilidad en colores y formas vitalizan la monotonía de la realidad externa. Con frecuencia, como en los frutales, son parte del proceso que culmina con los frutos como su función que complemente necesidades prácticas, en otras su belleza esta liberada de estos procesos y su función es obsequiarnos satisfacción estética.

Con una visión de esta índole, desde el lejano pasado, los seres humanos han creado y cultivado jardines en los que las flores son su razón de ser y meta. No cabe olvidar los jardines colgantes de Babilonia, una de las siete maravillas del mundo antiguo hechos en el siglo VI A.C. Siguen los jardines, en menor escala, siendo parte importante de parques de recreación pública y espacios en edificaciones. Además, las flores se trasladan a interiores para embellecerlos tanto en la vida cotidiana como en festividades especiales siendo un importante componente del denominado buen gusto. Tiene además un componente simbólico afectivo cuando se obsequia a alguien un ramo.

Desde hace unas décadas se practica en nuestro país la floricultura. Para satisfacer las necesidades mencionadas, en otros países, se importan flores con toda la problemática que conlleva su traslado. Se trata de una actividad que, sin llegar a los niveles del cacao o el banano, genera divisas y crea fuentes de trabajo en la sierra. Su cultivo complejo está sujeto a tecnologías que requieren preparación e inversión y cuya demanda se intensifica en determinadas épocas del año, como en las fiestas de San Valentín del próximo mes.