Los caminos del Austro y los de nuestra provincia desde luego, bien podrían llamarse también, los caminos del Panama Hat, porque vieron pasar generaciones de mujeres campesinas con sus tejidos de paja toquilla, en sus tareas diarias o entre jornadas, sosegadas o presurosas, mientras sus hábiles manos daban forma, finura y personalidad al sombrero, nuestro sombrero de paja toquilla, en el mundo conocido como “Panama Hat”, nuestro Ecuadorian Hat, nombre con el que, desde lo local, se lo quiere rescatar.
Era de ver en las ferias domingueras de nuestros pueblos, como la plaza central se iba llenando de colores y alegría de su gente, que ataviadas con sus mejores togas llegaban por todos los caminos posibles, luciendo un sombrero de paja toquilla y en sus manos portando sus sombreros recién terminados para la venta, que pocas veces llegaban a la feria, puesto que los revendones acechaban en las entradas y era de verlos, después, con la destreza con que contaban entregando a los mayoristas. Esta escena, de cotidianidad infantil, volví a vivirla después, en diferentes caminos y pueblos de la provincia, especialmente por Gualaceo, Chordeleg y Sígsig, cuando recorríamos, lo que llamamos, los caminos del Panama Hat.
Lucir un sombrero de paja toquilla los viernes, “Hat Friday”, como propone la Asociación de Jóvenes Empresarios de Cuenca; utilizarlos para proteger la piel, como parte de una cultura de protección solar en tiempos del calentamiento global; utilizarlos como prenda diaria, recreativa o festiva, por lo sutil, útil y elegante; o llevarlo con orgullo, como distintivo de la ciudad, como propone el Museo del Sombrero de Paja Toquilla, contribuirá a saberlo nuestro, patrimonio nuestro y a llamarlo con propiedad, nuestro Ecuadorian Hat. (O)