Sanguínea o la necesidad de llamar a las cosas por su nombre

Isabel Aguilar jara 

Un día Gabriela Ponce encontró la belleza en su sangre. Esa vivencia, dice, transformó su relación con su cuerpo y quiso escribir sobre ella. No supo si sería una novela, un cuento o una obra de teatro. Finalmente, en noviembre de 2019 se publicó Sanguínea, su primera novela y el primer libro del sello independiente Severo Editorial.

La escritora y dramaturga quiteña tiene lo que llaman en el argot popular ‘la sangre liviana’. Pero esto va más allá de una metáfora básica. El leitmotiv de su obra es la menstruación y es aquí donde las metáforas escapan. La honestidad, la belleza, la prosa y la poesía parecen crear un solo fluido en las más de 160 páginas de Sanguínea, que alcanzó una aceptación inmediata entre los lectores en menos de tres meses. Aquello no ha dejado de sorprender a la autora ni a la editorial que prepara la segunda edición del libro en los próximos días.

En enero de este año arrancó la Gira Sanguínea, una suerte de presentaciones de la novela en Quito, Guayaquil y Cuenca. “Cuando escribo, lloro. Cuando escribo, vibro”, aseguró Ponce durante su última presentación en esta ciudad.

A veces los comentarios de quienes leyeron su libro rojo casi onírico, que atrapa de entrada con un fotograma de la telenovela ochentera La fiera, se asemejan al llanto y a la vibración. Ella sabe que las preguntas post lectura son muchas y está dispuesta a responderlas todas.

Cuéntame sobre tu relación con la menstruación.

Viví esta relación como más o menos la vivimos todas. Entre el horror, la pereza, el dolor, todo un drama. Nunca estamos en paz con la menstruación: la deseamos, la aborrecemos o solo llega para salvarnos. Es un aprendizaje infinito que no se agota y por eso tuve la necesidad de hablar de ella y su presencia en la sexualidad, que sea parte de un tejido en todos los acontecimientos, y más aún en el hermoso momento de revelación que yo experimenté con mi sangre.

¿Has notado diferencias entre las concepciones de un hombre y una mujer al leer Sanguínea?

Siento que he conversado con más mujeres que hombres sobre la lectura de Sanguínea. Tengo la sensación de que ha habido una conexión muy profunda con las mujeres. Siento además que los hombres tienden a referirse a la forma del libro: al ritmo, la técnica, la poética (…) esa es la conexión masculina. Lo que debo decir es que si bien hay una voz y subjetividad claramente femeninas, he intentado capturar una crisis de algún modo sentida por todos. Ojalá y lo haya logrado.

La protagonista de la novela justifica su cursilería o lo que ella considera cursi. ¿Por qué esta constante aclaración?

Es complejo lo de la cursilería porque siento, por un lado, que hay esta cuestión de la justificación, pero por otro sí que es parte de un discurso y de tomar conciencia de ella. Es una protagonista que está consciente de las ridiculeces que está diciendo, y a ratos se da esa licencia. Además es un guiño a decir: “¡Qué cursi soy, no me puedo librar!” Esto lo discutí con el editor, porque él me decía que no es necesario justificarse. Y claro, es cierto, pero también es parte de la voz de ella.

Existe un sentimiento de orfandad muy marcado que no solo está alrededor de la figura del hijo. Se habla de relaciones filiales y románticas que la evocan, ¿cómo llegaste hasta aquí?

La orfandad, me doy cuenta, a mí me afecta particularmente. Es una sensación sobre la que quiero detenerme. Más allá de mis propias orfandades, creo que hay un sentir de orfandad constitutiva que nos atraviesa y a mí me enternece eso del ser humano. Sospecho que todos somos huérfanos y vivimos nuestra angustia fundamental de amar y ser amados. Particularmente, como escritora me despierta la necesidad de investigar sobre eso. Me permite hablar desde ahí y reconocerla en mí, pues más allá de la presencia o ausencia de los padres, y aunque estemos junto a nuestros hijos, de todas formas la orfandad va a ocurrir. Creo también que en el momento en que el personaje decide dejar a su hijo yo quise explorar cómo es posible que lo comprendamos, y cómo la renuncia a la maternidad es parte de la maternidad y otra forma de amor. Lo impensable, claro, es que una mujer no quiera a su hijo, pero me parecía importante que revisemos todas las experiencias y entendamos que son maternidades que merecen ser observadas y no juzgadas.

¿Con esto te refieres también a los conceptos de amor romántico y maternidad perfecta, tan presentes en las telenovelas mexicanas y que de algún modo los mencionas en tu novela?

Sin duda. Pertenezco a una generación que ya creció con un feminismo que estaba al menos emergiendo y se estaba posicionando en nuestro contexto. Pero al mismo tiempo crecimos con la telenovela, lo que a mí me causó una tensión y una crisis que ahora se manifiestan en la escritura. Esta idea de querer romper con las formas tradicionales de relacionarnos con los hombres, por ejemplo. Mi abuela veía telenovelas todo el día y la telenovela se convierte en una matriz de nuestra educación afectiva de la que una no se puede librar fácilmente. La concepción del príncipe azul, del que va a llegar, al que vas a reconocer… y claro, esta maternidad basada en un amor absolutamente incondicional, entregado y siempre listo. Es eso lo que quería desentrañar y mostrar.

¿Te lograste deslindar de la protagonista al momento de crearla?

No busqué hacerlo. Creo que se da como una experiencia propia de la escritura y de la ficción porque no es mi intención crear un personaje que sea ajeno a mí, lejano, autónomo; sino embarcarme en una narración que me sorprenda y que esté muy ligada a mi vida, pero que se empieza a convertir en ficción. Aquello sucede cuando la narración está en marcha y aunque no busco distanciarme, ocurre. Un montón de personas me han preguntado entre líneas si es que me pasó lo que narro en la novela. Les digo que ni yo misma soy confiable en los relatos, si sucedieron o los distorsiono, y la verdad no es algo que me preocupa.

Una amistad entrañable se percibe como un bálsamo que salva a tu personaje. ¿Hay ficción en eso?

Lo que dices me gusta porque no se lo ha tomado muy en cuenta y para mí es fundamental. La amistad es casi la única posibilidad de afecto que no está atravesada por esas experiencias encasilladas y medio perversas, por esos aprendizajes culturales. Pienso que en ese sentido la amistad me constituye y me interesa mucho. Como un bálsamo justamente, y como una salvación porque mis amigas me han salvado la vida. Siempre quiero que mi literatura le haga un espacio a la relación que tenemos.

¿Qué es lo más honesto que te han dicho tus lectores hasta ahora? Esas percepciones que llegan a sorprenderte como escritora.

Me llenó mucho algo que no imaginé que iba a pasar, y es que han aparecido lectores de mi primer libro de cuentos titulado Antropofaguitas, que la verdad no se distribuyó tanto. Ellos aseguran que está súper presente esa narrativa en Sanguínea y me encanta que existan personas que se interesan, que me siguen y acompañan un proceso. Solo la voz del otro que yo no conozco y que puede encontrarse en mi escritura, es increíble, hermoso. Mujeres jóvenes me han agradecido por nombrar cosas que tal vez no se nombran como la menstruación. Los comentarios son muy amables y la posibilidad de que haya lecturas que me hacen mirar cosas en las que no he reparado, ha sido realmente bonito.

El trabajo literario de las mujeres ecuatorianas se está reconociendo a nivel país y en el exterior. ¿Qué sientes al respecto?

Me emociona mucho que esté pasando. Hay algo que parecía imposible y que ha sido hermoso de comprender y es que se han creado espacios para todas. Tenemos escrituras muy diversas y nos podemos leer con amabilidad y amor, con estos valores que a veces se nos quieren negar e inventar rivalidades. Al menos para mí tal cosa no existe, sino más bien una comunidad que se está armando. Insisto en que solamente me siento feliz de que esté pasando y que cada vez seamos más.