La amenaza populista

Marco Carrión Calderón

En Latinoamérica el peronismo fue uno de los primeros movimientos populistas. Ahora ha vuelto al poder con el nuevo nombre de Justicialismo o “kirchnerismo”, pero es el mismo con fachada democrática y apoyándose en resultados electorales movidos en unos pueblos semi ignorantes.
El populismo dada su indefinición puede representar a todos, desde la derecha a la izquierda. Esta mezcla es ideal para un caudillo demagogo que incluso cambia de orientación según las circunstancias. El neopopulismo del Siglo XXI se diferencia del populismo histórico en que no busca apoyo ni del ejército ni de la Iglesia.
En Ecuador vivimos una forma muy clara de populismo, el correísmo, durante diez años. Con orígenes poco claros en la llamada doctrina social de la Iglesia aprendida en Bélgica y una mezcla, turbia pero evidente, con una dosis de fascismo. El resultado fue un sistema seudorrepublicano despojado de contenido democrático real. Acusaba al “demoliberalismo” de ser la causa de todos los males y no tardó el país en darse cuenta de que había caído en la mano férrea de un líder carismático que gracias a una Constitución amañada por sus “asesores españoles” del llamado Socialismo del Siglo XXI llegó a controlar todo en el Estado y ejerciendo arbitraria e ilegalmente, como Jefe de todas las funciones. En esta forma de “neopopulismo” hubo presión sobre la prensa, proliferación de asociaciones civiles financiadas por el Estado y dedicadas a manipular a los pobres y uso de medios democráticos para destruir a la democracia desde dentro.
Y desgraciadamente el país no está libre de una repetición de esa funesta época ya que los líderes populistas suelen enraizar en las entrañas del pueblo poco ilustrado que hasta desconoce la corrupción y robos, así como los abusos cometidos en nombre de su falsa concepción de democracia. (O)