El bien común

La frase de Aristóteles “El ser humano por naturaleza busca la felicidad” se refiere a una de las peculiaridades propias de la nuestra naturaleza. Cuántos la consiguen y en qué nivel, es discutible. Los caminos son muy diferentes y dependen de las peculiaridades de cada persona. Somos animales sociales y no podemos organizar nuestras existencias sin contar con los demás. Las sociedades se organizan de distintas maneras para que sus integrantes resuelvan sus múltiples problemas que no se podrían en soledad. El propósito de estas colectividades es el bien común que consiste en las condiciones que se establecen para que sus integrantes mejoren su calidad de vida.

Dada nuestra diversidad, decisiones que toman los organismos públicos, salvo pocas excepciones, no satisfacen por igual a todos los integrantes, habiendo minorías que se sienten perjudicadas. Lo que importa en el bien común es que satisfaga de alguna manera a la mayoría. El desacuerdo es normal, sobre todo por parte de las minorías real o supuestamente perjudicadas, o por las molestias temporales que ocasionan la realización de obras. Es importante que haya una cultura política –en el sentido más amplio del término- y que como ciudadanos aprendamos a aceptar reales o supuestos perjuicios considerando, más que el bienestar individual, el de las mayorías.

Debido a la creciente incorporación de personas a la vida urbana y al “aluvión” de vehículos a motor, el tránsito es un problema cada vez más complicado en la mayor parte de países del mundo y las instituciones públicas cada vez tienen que tomar medidas para aliviarlo; un de ella es la peatonización de algunas calles y el reordenamiento de las manzanas. Estas medidas generan aparentes perjuicios a quienes viven en los entornos inmediatos, pero las decisiones se las toman para aliviar las molestias a la gran mayoría de los habitantes de la urbe. La minoría afectada ejerce el derecho a la protesta, pero es importante que consideren el bien común.