Nuestro carnaval

Hugo Lucero Luzuriaga

Nuestro carnaval, para deslindarnos de otros famosos que generan diversión desbordante en detrimento de lo emocional y físico, todavía atesora las tradiciones manifestadas en las reuniones de familias, amigos, vecinos y el compartir todo lo que se prepara y ofrece, como las delicias gastronómicas, además de los sentimientos de amistad, vecindad, compañerismo y especialmente la buena y sincera voluntad de participar. Empero, cada año nuestro carnaval va siendo intervenido por un proceso de aculturalización, generado por la incorporación de culturas ajenas a la nuestra y la comercialización hasta de las costumbres y tradiciones propias de nuestro pueblo. Sin pretender solapar acciones negativas, como la agresión con “bombas de agua” o el mojar a cualquier persona que deambule por la calle, creemos que debemos mantener nuestro carnaval, el de la alegría compartida y el “juego moderado”, además que tiene concordancia con la crítica situación de los ecuatorianos asediados por la pobreza, desempleo, inseguridad, y por la potencial anomia social que será el espacio de aprovechamiento de politiqueros que ya deben estar preparando su demagogia.  Lo material no es todo, la alegría y el mismísimo carnaval no se identifican con el poder y el dinero, prueba de ello están los tristes y difíciles carnavales que se estarán pasando los involucrados en el caso sobornos 2012- 2016, ni que decir de los rabos de paja verdes que deambulan como atemorizados por las evidencias y muy preocupados por la posible no candidatura de su Supremo, no sin razón para muchos, el capo de la banda.

Empero, como somos los ecuatorianos desmemoriados y luego del festín carnavalesco, es muy probable que volvamos a tropezarnos dos veces en la misma piedra y los verde-flex vuelvan a mostrarnos sus manos nada limpias, sus dudosos corazones y sus mentes nada lúcidas. A pesar de todo, aspiramos que estas festividades sean de alegría y no de lamentaciones sobre todo causadas por accidentes generados por los excesos y la irresponsabilidad de unos pocos que podrían “amargar” la fiesta a muchos.  ¡Felices carnavales! (O)