“Segundo Presidente”

Eliécer Cárdenas E.

Dejó boquiabierta a la opinión pública, la paladina declaración del señor Jaime Vargas, personero de la Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador, CONAIE, cuando al momento de ser expulsado de Guatemala, a donde fue para participar en un encuentro de pueblos indígenas del Continente, dijo que no merecía ese trato, ya que era el “Segundo Presidente” del Ecuador.
Caramba, esas son palabras mayores, sobre todo cuando tenemos constitucionalmente un Presidente de la República, y nada más. El resto puede ser presidente de un sindicato de Choferes, de una asociación de pescadores, de un gremio de sastres, pero a ninguno de ellos se le ocurriría, en su sano juicio, auto denominarse “Segundo Presidente”, en alusión al Primer Mandatario.
El señor Vargas ya nos tiene acostumbrados a esta clase de exabruptos, puesto que poco después de los desórdenes de octubre del año pasado, dijo que poseía un “ejército indígena”, lo cual demuestra un afán inocultable por practicar una suerte de separatismo, que no sabemos por cuantos de sus partidarios sea compartida.
Como no hay la figura constitucional de “Segundo Presidente”, cabría recomendar al líder de la CONAIE, que de una vez se presente como candidato a Presidente de la República, en los próximos comicios, para que sea el pueblo ecuatoriano compuesto por indígenas, mestizos, afros, blancoides y otros especímenes humanos, quien decida si el señor Vargas puede alcanzar el sueño de ser Presidente, no solo de la CONAIE, sino de todo el país.
No sabemos si en Guatemala el líder indígena sufrió una especie de trauma por su expulsión, y “con la chicha hirviendo” como se dice se proclamó “Segundo Presidente”, en protesta por el trato que recibió, ya que, al verle emplumado, los agentes de Migración guatemaltecos pudieron confundirle con un exótico indocumentado.
Por su parte, algunos conciudadanos se han dirigido a la Fiscalía, invitándola a iniciar un proceso indagatorio contra el “Segundo Presidente” por usurpación de funciones, o por arrogarse un cargo inexistente, aunque esto último no sería materia de juicio, sino quizá de…” pérdida de juicio”. (O)