Las inequidades de género

Análisis político Marco Salamea Córdova

Apropósito de celebrar mañana 8 de marzo el día internacional de la mujer, resulta oportuno un análisis sobre su situación en la sociedad y el papel que podría jugar el Estado al respecto.
Uno de los mayores problemas que aún subsisten en casi todas las sociedades, en mayor o menor medida, es la inequidad de género, puesto que todavía hombres y mujeres son tratados en la sociedad de manera desigual; lo que se refleja en el hecho de que las mujeres reciben menos ingresos, tienen menos recursos, menos poder, y menor libertad personal.
Esta inequidad de género es la consecuencia de un largo proceso histórico, en el que se fue configurando una estructura social basada en el poder masculino y la consiguiente subordinación de la mujer, con sus secuelas de discriminación y violencia.
Se trata de una inequidad muy marcada, sobre todo, en el ámbito del trabajo y en el mundo de la política. En el primer caso, la discriminación de las mujeres puede manifestarse en el hecho de que, a pesar de realizar trabajos similares, las mujeres reciben menor remuneración, tienen menor estabilidad y menos posibilidades de ascenso. En el segundo caso, a pesar de que las mujeres constituyen más de la mitad de la población, tienen todavía una minoritaria representación en los órganos del poder estatal.
Sin embargo, es en la esfera de la familia donde la inequidad de género se sigue manifestando aún con más fuerza, pues en esta esfera las mujeres continúan con la mayor responsabilidad en las tareas domésticas, sean que ellas trabajen o no fuera del hogar.
Ciertamente que las inequidades existentes pueden reducirse y eliminarse al amparo de leyes y de políticas de los Estados. Sin embargo, más allá de lo legal e institucional, el tema de fondo para resolver las inequidades y la violencia de género pasa por cambiar los patrones mentales de las personas, y específicamente aquellos patrones que son el resultado de la educación en una cultura machista y patriarcal, que es la que sigue predominando en las relaciones sociales. Pasa, por lo tanto, por replantear las relaciones entre hombres y mujeres en términos de equidad y, por ende, de una auténtica democracia en la vida social Sólo así podremos vivir en una sociedad plenamente racional y humana. (O)