Dependencia

El calificativo de “oro negro” dado al petróleo, puede atribuirse a la dependencia mundial de este combustible a partir del siglo anterior. La comunicación automotriz, procesos industriales y energía eléctrica no podrían darse en países desarrollados y subdesarrollados sin él. Estados carentes de yacimientos petroleros deben, sin alternativa, dedicar parte de sus divisas a importarlo y los que cuentan con ellos disponen de ingresos permanentes. A primera vista se tiende a considerar a los Estados petroleros como afortunados. Como toda riqueza, su provecho depende de la manera como se administren los recursos, dándose casos absurdos como Venezuela que, contando con las mayores reservas de oro negro del planeta, vive una aguda pobreza.

Nuestro país, a partir de la década de los setenta dispone de petróleo para exportarlo en cantidades limitadas, lo que ha hecho que la economía estatal dependa de él. Las variaciones de su cotización internacional son reiteradas, de allí que una administración sensata aprovecharía las alzas para ahorra par época de “vacas flacas” y se valdría de estos ingresos para promover otras formas de ingreso, factibles en países como el Ecuador con amplias fuentes de recursos. Esto no ha ocurrido, lo que ha dado lugar a reiteradas crisis económicas que llevan a tomar medidas de emergencia con el consiguiente malestar popular y reiterar el propósito nunca cumplido de que hay que “sembrar el petróleo”.

Cuando hablamos de independencia, nos circunscribirnos al campo político y la que tuvo lugar cuando dejamos de ser colonia de España es motivo de grandes celebraciones. Si hablamos de la necesidad de independizarnos de la dependencia del petróleo, nos quedamos en palabras bonitas que desaparecen con las alzas. Esta independencia no requiere derramamiento de sangre, batallas épicas ni héroes. Si queremos desarrollarnos y mejora la calidad de vida, es fundamental. Ojalá en algún momento se la tome en serio y supere la condición de cantaleta repetitiva en las bajas.