Cuatro historias de personas cuyo trabajo es clave en época de coronavirus

Por Jackeline Beltrán

Desde casa no se puede recoger la basura de los hospitales en los que están los pacientes con COVID-19, tampoco se puede procesar los alimentos que consumimos, reparar los daños en las tuberías de agua potable o vigilar las calles para que el toque de queda se cumpla. Desde casa no siempre se puede atender a los pacientes que requieren de un médico a su lado. Por eso, muchos cuencanos siguen saliendo todos los días con la misión de entregar un servicio a los que sí pueden quedarse en casa. Diario El Mercurio conversó con cuatro de ellos.

Christian Vázquez transporta los desechos biopeligrosos

Entre las 8:00 y 8:30 de todos estos días extraños, Christian Vázquez llega al Hospital Regional Vicente Corral Moscoso. Estaciona su camión, sobre su overol de siempre se pone un traje desechable, zapatos especiales, guantes de látex y otros de polietileno, una mascarilla para todo el rostro. Se dirige al cubo de desperdicios biopeligrosos que se generan este lugar y lo fumiga.

El trabajo de Cristian Vázquez es de los menos conocidos que hay en esta ciudad, pero en las circunstancias actuales, de los más valiosos: es conductor operador de la empresa Gadere, que desde hace ocho meses trabaja para la Empresa Municipal de Aseo de Cuenca (EMAC) en la recolección de basura biopeligrosa que se genera en la ciudad.  Y hoy tiene la misión de transportar hacia la planta esterilizadora de Pichacay los desechos del COVID-19.

Christian Vázquez aprovechó la hora del almuerzo para pedir que le fotografíen junto al camión de recolección de basura que conduce. Cortesía

En un día normal, Vázquez solo llegara al hospital, recogiera el cubo de basura y lo echara al camión. Pero estos no son días normales. Por eso extrema las precauciones, en el trabajo y en la casa. Ahí lo esperan su esposa y una hija de cuatro años, a las que saluda solo después de haber tomado ciertas precauciones, como cambiarse de ropa, ducharse, lavarse bien las manos.

En la recolección de los desechos biopeligrosos que generan los establecimientos médicos de Cuenca trabajan siete personas. Su jefa directa, Micaela Tello, resume bien la importancia de esta labor: “Somos un servicio vital para la ciudad. Pero ellos también tienen miedo, tienen familias, tienen deudas; sin embargo, llegan puntuales todos los días a ser esos héroes que no descansan en estas épocas de crisis”.

Rosa Suquilanda –Abastece de alimentos agroecológicos a la canasta popular

Rosa Suquilanda contesta el teléfono con un tono de confianza. Es muy espontánea y apenas empieza la conversación dice que tiene temor por lo que ha escuchado en los últimos días, pero que no puede dejar de trabajar. Si lo hiciera, los fréjoles, choclos y verduras que cultiva no llegarían a la mesa de muchos cuencanos esta semana.

Suquilanda, de 58 años, es una de las agricultoras que en los últimos días ha entregado sus productos a la empresa del Gobierno Provincial del Azuay, Agrokawsay, para armar las canastas que cientos de cuencanos compraron para llenar la despensa en los días de aislamiento.

Rosa Suquilanda sale a trabajar en la tierra, aunque está muy cerca de su casa.

Ella vive en San Francisco de Tixán, en la parroquia Chiquintad; hasta allá llegan los vehículos de Agrokawsay para retirar los productos. Doña Rosita, como le dicen sus conocidos, está contenta por eso. Se siente afortunada de poder trabajar sin tener que alejarse de la casa y exponerse a un contagio.

Este fin de semana, doña Rosita no pudo llegar a la carpa 51 de la feria agroecológica de la Avenida Max Uhle. Pero sigue trabajando. Sale todos los días “a ver a los animalitos” y a cuidar sus cultivos. Eso le permitió criar a sus cuatro hijos, que ya no viven con ella y a los que no podrá ver por un tiempo, porque todos deben quedarse en casa.

Como ella, los campos están llenos de personas que siguen cultivando y criando animales. Una labor indispensable desde siempre, pero que en estos días tiene mayor reconocimiento.

Luis Mario Maldonado – Director médico del hospital del IESS.

De todos los servidores que podían aparecer en esta página, el personal de salud fue el más difícil de encontrar. Eso porque en estos días han redoblado sus esfuerzos y están concentrados en la emergencia sanitaria. Y no hablamos solo de médicos y enfermeras. También de las personas que reciben a los pacientes en las áreas de emergencia, de los encargados de la limpieza, de los conductores de ambulancias y de todo el personal administrativo.

En una de las oficinas del Hospital José Carrasco Arteaga, del IESS, está Luis Mario Maldonado, su director médico. En estos días le ha tocado organizar el funcionamiento de una de las casas de salud más grandes de la provincia. De su organización depende que todo esté en orden en ese lugar.

Estos han sido días de muchas reuniones y conferencias, cuenta. En las noches y madrugadas está pendiente de las consultas médicas. La vida en el hospital en estos ha cambiado mucho, cuenta. No es fácil salir a comer, por ejemplo. Todos llevan sus elementos de protección, se capacitan, leen y aprenden sobre el virus que ha cambiado su dinámica.

Maldonado es médico cirujano, pero si la emergencia lo requiere está listo para colocarse su mandil y sumarse a la contingencia, en donde tenga que colaborar: “Hay mucho personal sanitario que va enfermando y debemos estar listos para reemplazarlos”.

A nivel mundial, la preocupación de la población por el bienestar del personal de salud se ha sentido en los últimos días. Lo han expresado con aplausos masivos, que quizá ellos no escuchen desde los pasillos de sus hospitales o desde las unidades de cuidados intensivos, pero que se convierten en una muestra de gratitud.

Daniela Tacuri recolecta las donaciones de sangre a domicilio

La última semana fue muy ajetreada para Daniela Tacuri, médico de la Cruz Roja del Azuay. Junto a dos compañeros más ha visitado a las personas que decidieron donar su sangre desde casa. En una ambulancia que desinfectan tres veces al día, inician los recorridos muy temprano y terminan cuando llega la noche.

Cuando se decretó el estado de excepción y las personas empezaron a quedarse en casa, el Banco de Sangre empezó a quedar vacío. Por ello, la Cruz Roja pidió a la ciudadanía que no deje de donar y activó el servicio a domicilio.  La gente empezó a responder y solo el primer día se recolectaron 40 pintas.

El equipo es reducido: el coordinador de donaciones, el conductor de la ambulancia y ella, que hace la selección y extracción de la sangre. En cada casa se demoran un promedio de 15 minutos, pero antes se aseguran de que no haya riesgo de contagio.

“Antes de ir les preguntamos por teléfono si no tienen síntomas gripales o si no han estado en un país donde el coronavirus esté generando problemas”, explica Tacuri. Cuando cumplen esas condiciones acuden al lugar. Ella lleva un traje biodegradable, gafas, guantes, mascarilla.

El equipo de la Cruz Roja del Azuay que se mantiene laborando es pequeño, pero entusiasta. Daniela y sus compañeros intentan contagiar ese entusiasmo a las personas para que sigan donando y la sangre no falte. “Las personas tienen un poco de recelo, hay quienes piensan que donar sangre baja las defensas, pero no es cierto”, aclara.

Esta ha sido una semana en la que Tacuri llega a su hogar más cansada de lo normal. Pero eso significa algo bueno: que las donaciones no se detienen y mientras eso ocurra para ella será difícil cumplir la orden de quedarse en casa. Pero en su caso es por una buena causa.

REM

REDACCION EL MERCURIO

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