No hay mal…

Simón Valdivieso Vintimilla

No hay mal que por bien no venga. Este refrán transmite una visión optimista de la realidad, pues indica que de una contrariedad se puede extraer algo bueno; nos recuerda la abuela de la casa.

Las restricciones para evitar contagios masivos, se dice según estudios internacionales, están favoreciendo al medioambiente. Eso comenta la prensa como también aquello de que  las playas lucen limpias y el aire menos contaminado; ergo, el virus no está en el aire.

Si me quebré el pie, fue por bien,  es otra de las sentencias que nos trae a la memoria la abuela de la casa, recordando a la Celestina, pues la pandemia que nos está lastimando ya va dejando huellas profundas en torno a la familia ecuatoriana, pero al mismo tiempo viene dejando  enseñanzas.

El enemigo invisible está asolando. Los estados a través de sus políticas públicas lo están combatiendo; pero la mejor arma es la solidaridad que implica no salir de casa, principalmente, y la atención que ese ejército de seres humanos como son los médicos y paramédicos que están en el día a día de la pandemia. Ellas y ellos saben del enemigo que ronda silenciosamente y en el momento menos pensado la parca se hace presente con su rostro cruel.

El índice de criminalidad ha disminuido, con la excepción por supuesto de lo que se pudo ver en la televisión cuando un bus de servicio urbano en la ruta de la salud, fue asaltado y su conductor herido.  Políticos con traje blanco hasta la coronilla mientras que los testigos cercanos del dolor como son los profesionales de la salud con las justas con guantes y mascarillas. Eso es insolidaridad.

Acá, reina el silencio. Aunque hay personas en situación de calle, a lo mejor son los que los pudimos ver ayer lavando la ropa y bañándose en el río Tarqui. Para ellos el MIES ya ha puesto sus ojos.

Y para concluir,  la abuela de la casa nos dice, que el valor del oro se ve en el crisol y el error del hombre en el dolor. A la naturaleza hay que respetarla, nos está pasando la factura.  (O)