En una batalla existe la tregua o suspensión de la hostilidad. Es la detención temporal de la lucha. El Ecuador, necesita de una tregua política urgente.
Por supuesto que no es un Gobierno perfecto. Pero, ¿usted sabe de alguno? Estamos en crisis y no en la que ya distinguíamos; hoy afrontamos una de otro tipo que es desconocida y para la que no estábamos preparados. No es una crisis provocada o auspiciada por el Gobierno, menos, un problema que atañe solo a un grupo que lidera al país. Es una calamidad de todos los que estamos aquí.
Miremos. El Estado tiene tres elementos constitutivos: población, territorio y poder político. La población somos nosotros, usted y yo, los que estamos organizados en razón de lo que denominaría Rousseau o Hobbes: un pacto social o acuerdo político de asociación. El territorio, es el espacio físico y aéreo sobre el cual se asienta el Estado. El poder político, el encargado de la administración y gestión -precisamente- de la construcción política y jurídica denominada Estado.
Si ve. Estamos todos aquí. El Estado se conforma por todos. No es que el Gobierno está por allá y nosotros por acá. El éxito de los funcionarios nos permite abrazar el triunfo a plenitud de los ecuatorianos. Salir y rebasar esta pandemia no es una obra de pocos, sino de todos. Seré más claro. No es el tiempo de la polémica diaria y las redes sociales como experimento del conflicto. Es el momento de las voluntades, sacrificios y entregas. No es el espacio para el color o simpatía, sino para el puente, comunidad y lucha compartida para enfrentar una pandemia que puede hacer que -usted y yo- no volvamos a ver a nuestros seres más queridos: a sus padres y a los míos; a sus amigos y a los míos; a sus hermanos y a los míos.
Ante aquello, ¿seguir encontrando culpables y acusados, víctimas y victimarios de una misma realidad? Es un error de bulto. Hagamos lo que hoy nos corresponde. Si se quiere, no es el tiempo de los tibios, rencorosos y contaminados. Es el tiempo de una necesaria tregua política. (O)
