La difícil selectividad china, otra dura prueba más para los jóvenes de Wuhan

Un hombre pesca en los bancos del río Yangtze en Wuhan (China), este lunes. Los contagios provenientes del extranjero, los llamados casos "importados", continúan aumentando en China y supusieron 98 de las 108 nuevas infecciones detectadas este domingo en el país asiático, un nuevo máximo desde marzo, informó hoy la Comisión Nacional de Sanidad. EFE/ Roman Pilipey

Desde casa y en una situación incierta, los aspirantes a universitarios de Wuhan y del resto de la provincia de Hubei, preparan los exámenes de selectividad, conocidos como el «gaokao», unas exigentes pruebas que determinarán su futuro y que este año se han retrasado un mes debido al coronavirus.

Aunque escuelas de varias provincias ya están retomando las clases del bachillerato preuniversitario -en Pekín vuelven el próximo 27 de abril-, las de Hubei no lo harán hasta nueva orden.

La selectividad tendrá lugar entre el 7 y el 10 de julio a largo de todo el país, y en ella competirán entre sí los estudiantes de Hubei para obtener las plazas que adjudican a esta provincia los centros superiores más prestigiosos como la Universidad de Pekín o la de Tsinghua, también en la capital del país.

Esta demora de un mes como medida de prevención, según las autoridades chinas, prevé que todos los estudiantes, sean de áreas urbanas o rurales, puedan organizarse a tiempo para garantizar que todos tengan las mismas oportunidades ante el examen.

Además de los inconvenientes de estudiar desde casa, sin profesores, en Wuhan deben también lidiar con las secuelas psicológicas tras los 76 días de cuarentena impuestos en la ciudad.

«Cuando me enteré de que cerraban las escuelas, me vine abajo. Sentí mucha presión, pero poco a poco aprendí a afrontar esta nueva realidad», explica a Efe la joven Zhang, que se prepara para conseguir la mejor puntuación posible con vistas a acceder a un grado de composición musical.

Para ello, debe aprobar el «gaokao» con buena nota y una prueba especial paralela.

La cita académica, que se celebra desde el año 1977 en el país asiático, es el mayor examen del mundo por número de postulantes y moviliza a millones de estudiantes, familiares y profesores que los acompañan en la experiencia.

«La presión es muy grande. Este año hemos tenido clases en línea y sí, hay una gran diferencia. No puedo comportarme de la misma manera, y sin la supervisión de un profesor mi rendimiento es mucho menor», comenta Zhang desde la ciudad de Yichang en Hubei, donde viven sus padres, aunque ella estudiaba en una academia especial de Wuhan.

La adolescente también echa en falta otros estudiantes en clase, y manifiesta que en casa no hay «atmósfera competitiva» y se siente desmotivada.

Pese a todo, Zhang no ha perdido su pasión, la música, y persiste en su idea de estudiar ese grado artístico: «La elección ya está hecha. Son dos exámenes muy duros, a los que se une que la eficiencia ha sido muy baja durante la epidemia. Muchas veces tenía que ser autodidacta y aprender a ser disciplinada», dice la joven.

ONCE SEMANAS DE ENCIERRO

«Anhelaba la libertad, quería salir fuera a cualquier precio», relata Zhang sobre las once semanas de estricta cuarentena de Wuhan, que quedó completamente sellada hasta que el pasado 8 de abril se levantaron las restricciones impuestas para salir de la urbe.

Ella cree que los jóvenes de su generación han crecido con una nueva obligación: ayudar a sus mayores y mantenerlos informados sobre el brote, dado que mucha información publicada por las autoridades suele aparecer primero en Internet.

«Al principio, mucha gente mayor no entendía que era algo grave, no entendían que era necesario llevar mascarilla. Si vives con tus padres, como yo, tienes que ayudarles, por ejemplo, a que no se sientan solos. Hay que echar una mano», declara.

Zhang creía que el confinamiento «no tenía por qué ser algo malo», pero según pasaban los días comenzó a sentir ansiedad: «Mi estado de ánimo era muy bajo. Estuvimos encerrados dos meses, sentía que no podía quedarme», un sentimiento que afectó a su rendimiento académico y que solo cambió cuando se enteró la noticia de que se iba a levantar el aislamiento.

Además, en los primeros compases del brote ella tuvo que volver desde Wuhan a su natal Yichang, donde tuvo que pasar inspecciones muy estrictas: «Me tomaban la temperatura varias veces al día, y los vecinos me miraban raro», describe.

«Pero todo eso ha pasado ya», exclama Zhang, que aunque no sabe aún cuándo empezarán las clases, conserva la esperanza de hacer un buen examen y empezar su carrera universitaria en septiembre, fecha en la que comienzan las clases en China cada año.

ATRAPADOS EN LA UNIVERSIDAD

Quienes este curso ya están en los centros superiores de enseñanza también viven preocupados, con las clases suspendidas y la incertidumbre de cómo graduarse o pasar el curso.

Desde enero, Zhao Yong no ha podido pisar la Universidad Huazhong de Wuhan en la que debía graduarse en biología este mes de junio.

«No he podido completar las últimas asignaturas, así que no me darán el título este año. Hay personas que han podido terminar los estudios con trabajos, pero en mi caso necesito usar el laboratorio. No me queda más remedio que posponerlo», explica.

No obstante, la universidad va a establecer periodos especiales entre julio y octubre para que todos puedan graduarse: «Creo que podré terminar mi proyecto de fin de carrera en mayo, aunque he tenido que cambiar mi tema. Debería poder graduarme pronto, aunque no habrá ceremonia de graduación. Tengo un tutor y le consulto todo por Internet», explica Chen Chuan, estudiante de ingeniería.

Sus pertenencias siguen todavía dentro de la residencia de la universidad, ahora prácticamente vacía.

«Ahora sólo se puede entrar para recogerlas», afirma, y agrega que se siente triste por haber pasado sus últimos meses de universidad de esta manera: «No he podido despedirme de mis compañeros y amigos, me han quedado muchas cosas por hacer», dice.

Y Li Fan, una estudiante de periodismo en la misma Universidad, tenía previsto realizar un periodo de prácticas en el diario Beijing News este semestre, pero sus planes se han ido al traste.

«Me establecí en Pekín y mi plan era volver a Wuhan para celebrar el año nuevo chino. Fue imposible regresar, y al final tuve que hacer las prácticas desde casa», explica.

LOS CONTAGIOS IMPORTADOS SIGUEN AL ALZA EN CHINA

Entretanto, en China los llamados casos «importados» de coronavirus continúan aumentando y supusieron 98 de las 108 nuevas infecciones detectadas este domingo, un nuevo máximo desde marzo, informó hoy la Comisión Nacional de Sanidad.

Esta cifra supone un aumento respecto a los 97 del día anterior, que a su vez había más que duplicado los 46 nuevos infectados que las autoridades sanitarias comunicaron el sábado.

El último parte diario también certificó dos muertes por la COVID-19 en Wuhan, que ya acumula al menos 2.579 decesos.

En cuanto a los 10 contagios «locales», 3 se produjeron en la provincia suroriental de Cantón, mientras que los 7 restantes se localizaron en la de Heilongjiang, fronteriza con Rusia y nuevo foco de contagio en China.

En particular, el paso fronterizo de Suifenhe -cerrado desde el pasado miércoles, mismo día que se puso a la ciudad, de 70.000 habitantes, en cuarentena- ha registrado en torno a 200 casos confirmados y más de 100 asintomáticos.

Y la ciudad china de Harbin, capital de la provincia nororiental de Heilongjiang y fronteriza con Rusia, ha empezado a exigir una cuarentena de 28 días a todos los viajeros procedentes del extranjero tras registrar un incremento de positivos procedentes del país euroasiático.

Asimismo, el número total de infectados «activos» en el país asiático aumentó hasta los 1.156, de los cuales 121 se encuentran en estado grave, 74 de ellos en Wuhan.

En China suman 82.160 casos confirmados desde que comenzó el brote, de los que han perecido 3.341 personas y, por el momento, se ha dado de alta a 77.663 tras superar con éxito la enfermedad. EFE