Malas noticias

Siempre ha sido una importante necesidad  humana la información de lo que ocurre en sus entornos cercanos y lejanos. Cada vez con más eficiencia y mejores tecnologías los medios de comunicación cumplen con este propósito. Según se trate de hechos que ocasionen daños o beneficios, las noticias se califican como malas o buenas. Lo ideal en este proceso es que haya objetividad y equilibrio sin que se dé prioridad a unas u otras. La vida humana individual y colectiva es una secuencia de acontecimientos positivos y negativos y una meta del comportamiento humano es esforzarse por que ocurran los primeros y se eviten los segundos. Esencial en la ética de comunicación es no ocultar ninguna noticia para favorecer o perjudicar alguien.

Suele decirse que “la mala noticia es buena noticia” en cuanto el interés del público se impacta más con lo negativo. Con una discutible visión en algunos periodistas tiene mayor peso la tendencia a dar prioridad a lo más impactante para lograr una mayor atracción del conglomerado social, lo que puede traer consecuencias nocivas en la proyección de la imagen de las personas e instituciones que deben buscar soluciones ante los problemas dañinos. Ante cualquier situación la actitud de los ciudadanos suele ser pesimista u optimista y lo saludable en cualquier circunstancia es incentivar el optimismo que no solo debe hacer presencia en condiciones son positivas.

En la difícil situación que viven muchos países del mundo, incluido el nuestro, se puede reflexionar sobre el problema comunicación. De la pandemia por el desconocido virus que nos agrede, a nadie podemos responsabilizar. Las anormalidades y daños de sus afectados son evidentes, pero ante estos hechos se han puesto de manifiesto actitudes positivas de personas e instituciones, lo que nos lleva a pensar que, en medio de la tragedia, hay buenas noticias. El periodismo puede robustecer el equilibrio para evitar, en lo posible, que lo negativo desplace a lo positivo en este proceso.