El fuego

Josefina Cordero

Los filósofos presocráticos  situaron al fuego como uno de los cuatro elementos de la naturaleza, cuando el hombre logró hacerlo y guisó sus alimentos se plantó como un árbol y echó raíces en la tierra llegando al conocimiento existencial.

En la mitología griega Prometeo ese titán protector de los humanos y amigo de la civilización robó el fuego de los dioses y los entregó, castigado por Zeus le encadenó a una roca imponiéndole una tarea que no tenía fin.

El fuego es sagrado en muchas culturas, sin embargo tiene dos rostros, uno que brilla como el día y otro obscuro como la noche; al hablar del infierno del Dante achicharrando a los pecadores me trae a la memoria un cuadro que se exhibía en el vestíbulo de una iglesia local, el demonio atormentando a las mujeres livianas con tales refinamientos que seguramente despertaba el libido de las beatas que lo miraban. Alimentó las hogueras de la inquisición con el cuerpo de herejes e infelices mujeres acusadas de brujas, ardió por la furia de los militares peruanos que se vieron retratados en la novela de Vargas Llosa (La ciudad y los perros) y en tantos y tantos libros que figuran en el índice, anotemos a Solano y sus capítulos de La Predestinación, también inspiró a los poetas como Quevedo que con el fuego de los ojos de la amada le convirtió en pavesa,  igual Whitman en sus Hojas de Hierba con su verbo y su sentir arrojó esferas de fuego al infinito. (O)