De vuelta a casa

Claudia Acosta

OPINIÓN│

De pronto, el mundo de afuera dejó de existir, solo queda el lugar en el que estamos y con quienes lo compartimos, lo único real es nuestra familia y nuestro hogar; objetivos, proyectos, metas, “tengos” y “quieros” no tienen sentido ya, es la vida la que está en juego.

De pronto, tuvimos que volver a barrer, lavar, cocinar, arreglar el jardín, mojarnos las manos, tocar la tierra, pisar el césped; esos días que pasaban tan rápido, con la queja permanente de no tener tiempo, se vuelven largos y sí, a pesar de las actividades en casa tenemos tiempo, pausa y silencio, condiciones que nos llevan hacia adentro, nos obligan a re-vernos.

De pronto, las necesidades cotidianas se vuelven básicas, reales: alimentación, agua, luz, quizás tecnología al servicio, y todo lo demás está demás… necesitamos estar cómodas: trajes, tacones, maquillajes quedan guardados, ropa cómoda, pelo recogido, con los rostros calmos, serenos, no hay necesidad de salir corriendo a ningún lado, no tenemos que cumplir las expectativas del mundo de afuera, nos sentimos más suaves, más femeninas, más centradas, más mujeres…

Y es que en algún punto del camino siento nos perdimos mujeres… de un momento a otro nuestros deseos de libertad e independencia, lejos de fortalecer nuestra esencia, fortaleció más aún aquello que combatíamos, en busca de independizamos de este mundo por esencia masculino, le dimos más fuerza aún… nuestra energía se volvió fuertemente masculina (aunque nuestro físico se conserve muy femenino), la lucha, el poder, la competencia, (características netamente masculinas), se convirtieron en nuestros baluartes; las tareas cotidianas: crianza de los hijos, la casa, la familia se volvieron poco importantes, trabas para el éxito que buscábamos, nuestro hogar no nos bastó ya, quisimos más… los hijos se quedaron sin madres, la vida dejó de ser cuidada y sostenida…

Así, quizás esta pausa forzada, este volver al trabajo en casa nos está mostrando por donde estamos cojeando… es momento de retomar nuestro papel, la fuerza de nuestra maravillosa energía femenina, la misma que debe estar al servicio de la vida; las mujeres debemos ser las principales defensoras del cuidado del medio ambiente: del agua, del aire, del alimento, de las fuentes de energía; proteger estos recursos para la vida de las futuras generaciones; las mujeres tenemos que estar en la educación, ésta necesita energía femenina, basarse en el ser, potencializar las más nobles y bondadosas cualidades humanas, características que se han perdido, la educación al momento es masculina por completo: competencia, éxito, poder… Las mujeres debemos estar en las decisiones políticas claro, en las ciencias, la medicina, en el mundo empresarial, en la expresión artística, en todos las instituciones y espacios de la sociedad, pero nuestro papel debe ser el de complementar, equilibrar lo que hace falta, no poner de lo mismo, no cargar el peso al mismo lado de la balanza… ser receptivas al dolor, al sufrimiento, a la injusticia y desigualdad desde un rol de conciliación y paz, nuestra energía debe ser la del diálogo, la del respeto de la vida en todas sus formas y manifestaciones, recobrar esa sabiduría ancestral que en todas nosotras está, somos tierra fecunda que alimenta, somos la savia, la sangre, el agua del planeta, somos la hoguera ( de hogar)  encendida que calienta la vida, ese poder suave y persistente, agua que pule la piedra sin un solo golpe sobre ella. (O)