Maquiavelismo de feria

Alberto Ordóñez Ortiz

OPINIÓN|

Todo se tambalea. O está a punto de hacerlo. Y ocurre todos los días. De estos interminables días en que, un insaciable afán de notoriedad genera los desatinos de varias de las principales autoridades de este país, de este pobre país que hoy gira en el creciente remolino de la zozobra más severa de su amarga historia. Aparecen en los Medios, con declaraciones que pretenden convertirse en guías de un Ecuador que sufre los coletazos de una incertidumbre que no encuentra punto de reposo. Sus peroratas son contradictorias, unos dicen blanco, otros negro, será porque unos apuntan a ser candidatos a la presidencia, otros a la Asamblea, varios a las alcaldías, a las prefecturas o, vaya usted a saber porqué. La voz oficial. La unificadora. La del liderazgo no aparece, y si lo hace, produce confusión, y lo peor es que, ahora ya nadie le cree. Sale en claro que para ellos nada es respetable, ni siquiera la vida; y todo ocurre, en un momento en que los deudos de los muertos en Guayaquil buscan darles -a veces, sin encontrarlos- cristiana sepultura.

Son los falsificadores que hacen de la solidaridad la palabra omnipotente tras la que ocultan el cínico fervor de su delirante ambición de figuración. Son los que en su despropósito gobiernista, alteran sin el menor rubor las cifras de los muertos y de los contagiados. Las retocan a conveniencia. Bajo esa conducta, su desenvolvimiento no pasa de ser sino maquiavelismo de feria. Idealismo de charlatanes.

Que podemos esperar de un gobierno que en plena pandemia prioriza –el único país en el mundo- el pago de la deuda externa. Su falacia es su descarada máscara, y la falta de ejecuciones, su inevitable sepultura. Pese a todo, la tormenta de oro de nuestra eterna primavera avanza inmutable, porque la vida tiene que seguir con los políticos o sin ellos. Mejor sin ellos. (O)