El cuarto rey mago

María Rosa Crespo

Al nacer el Mesías, llegaron al pesebre los pastores atraídos por una gran estrella a mirar en el cielo, un año después vinieron tres reyes magos cautivados por la estrella que los guiaba, como conocedores de la astrología del culto a Zoroastro. Con anterioridad Artabán había convocado a otros magos y astrólogos: Baltasar, Melchor y Gaspar, debían reunirse en un punto determinado y traer regalos al Mesías: piedras preciosas, oro incienso, mirra; por desgracia no llegó ¿por qué el atraso? camino hacia la reunión se encontró con un anciano enfermo, cansado de vivir que requería de cuidados, Artabán le ofreció su ayuda, los otros esperaron algunos días y emprendieron el viaje entre las dunas del desierto, imposible darles alcance. Los años se sucedieron unos a otros y el cuarto rey mago seguía buscando a sus compañeros, jamás los encontró, las noches se sucedían a los días, pasó un largo tiempo, años de años. Artabán siguió solo a Belém, sin embargo  la sagrada familia había  huido  a Egipto, por la matanza de los inocentes, en la época de Herodes; fue retenido por los romanos y condenado a 30 años de cárcel, así pasaron 33 años, llegó al Gólgota donde crucificaron a un hombre que se autodenominaba El Mesías, mientras observaba el tumulto, vio a una mujer llevada a una plaza para ser vendida como esclava, no dudó en entregar el último rubí que tenía para que la liberen. Desolado se apegó a un edificio, de pronto tembló la tierra y una roca lo golpeó en la cabeza, agonizante se sintió culpable por no haber adorado al Mesías, pero antes de morir una voz le dijo “Todo lo que has hecho por los otros lo has hecho por mí y estarás conmigo en los cielos”.