Gracias a la Vida

Eduardo González Z.

Hace pocos días nos tocó vivir una experiencia familiar de esas que siempre pensamos le ocurren a otros y no a nosotros.
Mi hijo mayor, por razones de trabajo, le tocó viajar en su carro a otra ciudad del país a dictar un curso. El domingo a la una de la mañana sonó mi teléfono celular. Era él llamando desde otra ciudad, ubicada a unos 800 Kilómetros de la nuestra y me dijo con una voz extraña. Llámame rápido a este número. Lo hice inmediatamente.
El hecho fue que, buscando dinero en un cajero automático, lo tomaron entre tres delincuentes armados y lo hicieron subirse a su camioneta en el asiento trasero con uno de ellos a su lado mientras los otros dos iban en el asiento delantero. Además de golpearlo insistentemente, lo insultaban y amenazaban y lo obligaban a mantenerse con la cabeza sobre las rodillas para no ver hacia donde lo llevaban. Ante las amenazas y la situación decidió jugársela y en un descuido cuando la camioneta tomaba una curva, abrió la puerta y se lanzó a la carretera con el carro en movimiento.
Cayó al piso, se incorporó como pudo, y descalzo, ya que le habían quitado hasta los zapatos, corrió a través de una maleza, llegó a una estación de gasolina y de allí a una farmacia donde le permitieron entrar a ocultarse y además le atendieron las heridas y lo colocaron en una ambulancia a un hospital de la zona.
Sé que esta historia quizás sea poco para las experiencias tan duras que a tantos les ha tocado vivir, en las que sus vidas o las de sus familiares que han estado en peligro.

Hoy, gracias a la experiencia, he renovado frases, consejos e ideas que suelo dar a mis alumnos o a los televidentes y pudieran sonar a veces sin fuerza. Les garantizo que desde hoy, cuando hable de agradecimiento, lo haré desde mi corazón, porque gracias a Dios, a la Vida, mi hijo está vivo, sus hijos pequeños siguen teniendo a su papá. Cuando hable de oportunidad tendré presente que a partir de hoy cuando esté con él o con cualquiera de mis hijas o nietos, estaré presente en mi totalidad, que cada día que vivimos es un regalo, es un presente, por lo que viviré cada día como si fuera el último, perdonaré desde mi alma a los que trataron de hacerle daño o quitarle la vida, porque quizás son producto de padres inconscientes o inexistentes, y porque no conozco sus circunstancias y que gracias a su descuido hoy mi hijo sigue con vida, que cada vez que tenga la oportunidad de servir, ayudar o enseñar algo a un niño o un adolescente, quizás estaré evitando un robo o un crimen futuro, incluso a un ser cercano a mí, que cada día, al levantarme y al acostarme debo agradecer por todo lo que tengo y no pedir por aquello que deseo y sobre todo enviar oración, luz y amor a todos aquellos padres o madres cuyos hijos están enfermos, perdidos, heridos, desaparecidos o drogados y que sufren sin esperanza, porque hoy, gracias a ese evento, por el que muchos estarían rabiosos, he reconfirmado mi misión, nuestra misión, de amar, servir y agradecer a cada instante a todo aquel que la vida nos de la oportunidad, pero muy en especial a aquellos a quienes la vida nos colocó como los Maestros mas cercanos, nuestra familia, a través de quienes podemos aprender a amar, a perdonar, a tolerar, a ser pacientes, a perdonar,….valores que vinimos a aprender en esta hermosa pero extraña, Universidad de la Vida.