Celebración diferente

Tito Astudillo y A.

OPINIÓN|

La celebración del Día de la Madre, en esta ocasión, fue diferente. Quedados en casa, sin la presencia de la familia, sobre todo de ese núcleo íntimo de la cordialidad, de la alegría y de la ternura, que son los hijos y los hijos de los hijos, ah, el milagro de los nietos; ausencias que se justifican como un sacrifico y ofrenda de amor y por amor, porque en tiempos de pandemia una visita, un estrechón de manos, un abrazo o un beso, hacen la diferencia y pueden ser una sentencia fatídica; así entendido, con resignación y esperanza en medio de la desesperanza, conmemoramos, en soledad, esperando en casa.

Y celebramos a Mamá. Claro que casi colapsamos de llamadas telefónicas convencionales y móviles, saludos, pláticas, poemas, amorfinos y canciones; WhatsApp, Facebook, video llamadas, Zoom…, prodigios de la tecnología digital que eliminan las distancias y acortan los espacios, espacio y tiempo como unidad de vida en la afectividad aquí y ahora, que, sin sustituir sustituyen y que, con las debidas distancias, son la nueva realidad a la que tenemos y debemos acostumbrarnos porque, actuar quedados en casa y con distanciamiento social, son una nueva forma y estrategia de vida que llegaron de la mano del coronavirus para quedarse, y largo, entre nosotros. Si, celebramos a Mamá y brindamos y partió el pastel, improvisó y lloró también, fluyó el amor, la ternura y la esperanza; y nosotros los vimos, escuchamos y les sentimos corazón a corazón.

Fue una conmemoración diferente, definitivamente, inscrita en un nuevo estilo de vida en el marco de una nueva agenda humana postpandemia, que debemos aceptar y comenzar a estructurar con sinceridad, porque, muchas cosas de nuestra cotidianidad como, educación, movilidad, vida laboral y convivencia social, fundamentalmente, cambiarán, querámoslo o no, e involucrará todos. (O)