Reconstrucción, sí; recuperación, no

Edgar Pesántez Torres

OPINIÓN|

Uno de los revolucionarios de la era digital fue el estadounidense Alvin Toffler, a quien se le atribuye la frase: “Los analfabetos del s. XXI no serán aquellos que no sepan leer ni escribir, sino aquellos que no sepan desaprender”. Luego la academia lo utilizó como un método, aquel de “aprender a desaprender”.

¿Qué significa esto? Dejar de hacer lo mismo de la misma manera y encontrar o descubrir otros caminos para llegar a las mismas metas, soslayando las limitaciones por otras que ni siquiera hemos imaginado y menos experimentado. Es decir, no se trata de borrar y olvidar el pasado, sino de no ser esclavo de lo aprendido, de ser capaz de repensarse uno mismo, que no es una cosa sencilla como el aprendizaje que se hace automáticamente desde el nacimiento.

Esto nos sirva para repensar hoy mismo, cuando asistimos a un mundo jamás imaginado como consecuencia de la crisis en la salud y repercutido en todo orden social. Por tanto, para reparar o interpretar de mejor manera las ideas y las cosas, hay que desaprender y comenzar de nuevo con una nueva cosmovisión del mundo, sin sortear los conocimientos y experiencias del pasado.

La incruenta ruina de la naturaleza ya advertía que se venía un caos en el planeta, máxime por el desenfreno de unos por dominar a otros; tal el caso de la peste que sería ocasionada premeditadamente en Wuhan-China. De ahí que sea lícito cuestionar a la ciencia por la pura ciencia y abogar por el humanismo, que en las universidades se lo estaba desdeñando.

Muhammad Yunus, Premio Nobel de la Paz, a quien tuvimos la oportunidad de escucharlo cuando fue huésped de honor en esta ciudad, hoy se hace una gran pregunta para desarrollar su teoría: ¿Volvemos al punto donde se encontraba el mundo antes del coronavirus o lo rediseñamos? Varias son las respuestas que se vienen dando: unos, pesimistas, que advierten que el capitalismo no hará cambiar en nada; esta coyuntura simplemente una ingrata experiencia para retomar con más fuerza el poder económico, político y social.

Otros, optimistas, como el bangladesino Yunus, propone la reconstrucción del mundo y no su recuperación. Sugiere no mantenernos en el mismo esquema inventado por el hombre para conseguir objetivos de economía individual y egoísta, sino reformularla para alcanzar un máximo de felicidad colectiva. No cabe siquiera hablar de “programas de recuperación (rescatar lo mismo que nos estaba agobiando), sino un “programa de reconstrucción” hacia un mundo con conciencia social y ambiental. (O)