Desengaños, mentiras, fracasos…

Rincón de Cultura Jorge Dávila Vázquez

OPINIÓN|

Sí, Ud. siempre tiene la razón, querido lector, este título es parte de la letra de HISTORIA DE MI VIDA, vals criollo del peruano Mario Cavagnaro, que hizo célebre Julio Jaramillo.

Pero no hay tríada de palabras que venga más a tono con este tiempo de crisis.

El primer desengaño que hemos sufrido, por supuesto, es el que tiene que ver con el trato, por parte de las autoridades en general, del fenómeno. No ha sido solo aquí, no, en los países grandes, digamos USA o Brasil, igual se ha tratado a la pandemia con falta de conocimiento, ambigüedad e irrespeto, bárbaros. Que un mandatario diga que, si no hay en su país cien mil muertos, no es nada que pueda considerarse una epidemia global, me parece un desengaño mortal; como lo es, en nuestro país, que múltiples pequeños funcionarios, faltos de ética, quieran enriquecerse, a costa del dolor ajeno, la muerte, la destrucción.

Por otra parte, algunos todavía creían en ciertos políticos, y han tenido que esperar este tiempo tenebroso, para saber que eran mercaderes y que podían comerciar con lo más dolorosamente humano, con tal de sacar provecho. ¿De qué otro modo puede uno juzgar a esta gente, que negocia con sobreprecios los insumos médicos del COVID-19, y hasta de las fundas para los cadáveres, tristes sustitutos de ataúdes?

Nos sentimos deprimidos, defraudados, con la actitud de algunas de estas personas que, por si fuera poco, quieren seguir teniendo lo que ellos piensan es su imagen pública.

Y el fracaso administrativo de la ciudad más grande del Ecuador, con los cuerpos abandonados en las aceras y casas y con 150 difuntos que ni siquiera han logrado identificar, mientras la más alta personera de ese gobierno local, se ocupa de figurar, aunque todos sepamos que no es más que un títere de lujo.

Dicen que la pandemia nos ha vuelto solidarios. Talvez en el seno de familias o comunidades, pero lo que hemos visto, ese desamparo institucional de vivos y de muertos, puede llamarse del modo que sea, pero no acto de solidaridad. Entre los verdaderamente humanos, fraternos, están los que combaten el mal, aún exponiendo su propia vida. Hablaremos de ellos en otra entrega, pero el primer lugar lo tienen médicos, enfermeros (as) y más admirable personal sanitario. (O)