Vida y valores

EDITORIAL|

Se nos diferencia de las demás especies del reino animal por el predominio del razonamiento sobre el instinto, que nos posibilita tener una mejor visión de la realidad y organizar nuestra conducta proyectándola hacia metas de diversa índole. En otras palabras, hasta cierto punto podemos hacernos en el tiempo como personas, más allá de los determinismos del instinto. La vida conlleva metas que tratamos de realizarlas; buena parte de ellas están dirigidas por el ordenamiento social y político en el que nos hemos desarrollado, pero hay un espacio individual que podemos organizarlo de acuerdo con preferencias que cada uno tiene.

Podemos elegir, porque hay un espacio de libertad individual para organizar la conducta en función de preferencias que cada uno de nosotros tengamos y las aspiraciones en el futuro. Además del acopio de conocimientos, influye en la conducta personal el universo de valores que nos orientan para satisfacer necesidades de diversa índole con miras a hacer realidad las aspiraciones. Uno de los elementos diferenciadores de las culturas es la prioridad que cada un da a determinados valores y se torna predominante en sus integrantes. Los valores económicos son imprescindibles para satisfacer necesidades básicas, pero no son los únicos ya que la vida va más allá del consumismo.

Se trata de un valor que debemos entenderlo como un medio para lograr otros fines. En el mundo occidental es la excesiva prioridad de los valores económicos que, con frecuencia, lo convierte en in fin sugiriendo que las personas se han realizado mejor por la cantidad de dinero que han acumulado, con las consiguientes competencias y malas artes. Es importante que una crisis como la que vivimos nos lleve a replantearnos los valores y revalorizar nuestra conducta. La acumulación individual sin límites tiene poco sentido; tenemos que reflexionar que somos parte de una colectividad cuyo apropiado funcionamiento depende, en buena medida de la solidaridad. Que los “otros” son muy importantes.