Voces que se apagan

Edgar Pesántez Torres

OPINIÓN|

Grandes hombres a través de la historia se han pronunciado a favor de derecho a la libre expresión del pensamiento del convencimiento de poseer medios de comunicación social que sean portavoces de los anhelos, ilusiones y certezas de los pueblos. Por esta convicción surgió el periodismo en el mundo.

Estos medios evolucionaron desde los mensajes no verbales hasta la aparición del lenguaje, el que se desarrolló extraordinariamente con aparición de la imprenta y la radio, luego con la televisión y ahora el inconmensurable internet. En todas las etapas estos canales fueron baluarte para el perfeccionamiento del hombre.

El periodismo ha sido reconocido por gente del más alto nivel intelectual, tal el caso del tercer presidente de los EE.UU., Thomás Jefferson, que en 1787 al hablar de la prensa norteamericana que por entonces contaba con 30 periódicos de posiciones diferentes en lo político, económico y social, dijo: “Si tuviera que decidir entre si debemos tener un gobierno sin periódicos o periódicos sin gobiernos, no dudaría en elegir la segunda opción”.

Por los órganos de comunicación social se fortalecieron los principios que regularon la estructura civil y el estado de derecho de naciones y países. De modo que, defender al periodismo para que se fortifiquen sus medios y no mueran, es cobijar la democracia, la libertad y la justicia, porque ellos son el espejo y el índice de valía para la medición del clima social.

En medio de la crisis por la peste y el latrocinio, Cuenca ha recibido una estocada adicional:  dos tradicionales medios de comunicación están por eclipsarse: Diario El Tiempo y Radio Ondas Azuayas, consustanciales de la historia de la región y del país. Por lo que ellos dijeron y omitieron, por lo que defendieron y atacaron, por lo que enaltecieron y por lo que deturparon… se pudo saber de nuestra identidad y andar cotidiano.

Mucho queda por hablar, por hoy tan solo rendirles tributo de gratitud. En El Tiempo iniciamos este fascinante compromiso social, cuando dirigía don Humberto Toral y más tarde sus hijos. Con el pionero de la radio y la televisión, doctor José Cardoso, yo aún muy joven tuve mi primer diálogo en 1981, cuando visitó la carretera Sígsig-Chigüinda-Gualaquiza; más tarde mi amistad se acrisoló con sus hermanos Alberto, Enrique y Martha, todos precursores de la radiodifusión comarcana.

Queda la esperanza que esta inicua época y sus perversos politicastros releven a los medios nombrado para que resurjan como el ave Fénix que murió para renacer con toda su gloria. (O)