Contrastes

Josefina Cordero Espinosa

OPINIÓN|

 

Las visiones del tiempo y los genes de la cultura se entrelazan en las diferentes épocas, mezclando las herencias, tradiciones y sobriedad de los antepasados, con las nuevas costumbres que trae la innovación que, a veces desvanece lo viejo con su frivolidad.

El Domingo de Ramos con el que se iniciaba la Semana Santa de la Cuenca de antaño se batían palmas y repicaban las campanas de las iglesias festejando la entrada de Jesús en Jerusalén, para silenciarse pocos días después, desde el Jueves Santo, cuando la denominada “matraca” sacudida por los sacristanes, convocaba con sus golpes al recogimiento, a la contemplación y a la penitencia en homenaje a la crucifixión y muerte de Cristo. Había duelo en la ciudad que se volcaba a la Procesión de los Pasos. Las campanas volvían a sonar alegres en el Domingo de Gloria. Ahora la gente aprovecha el feriado para ir la playa.

Alguna autoridad eclesiástica dispuso el silencio de las campanas en todas las iglesias y las que venían para la Catedral de la Inmaculada fueron cedidas a Loja.

Ahora se las escucha rara vez, cuando con licencias especiales, alguna entidad organiza con la Curia, el concierto de los campanarios de Cuenca. (O)