Do, re, mi, fa, sol, de un músico

Luis Auquilla Roldán.

Nací en Loja, donde viví una parte de mi infancia. Mis padres, por razones de trabajo llegaron a Cuenca; pero, por estas mismas razones, pasábamos entre estas dos ciudades, entre idas y venidas.

Qué vida la mía, la de Luis Auquilla Roldán. Dos años de primaria la cursé en Cuenca, tres en Loja. Regresamos. Avancé a terminar la escuela en la Fray Gaspar de Carvajal, en Sayausí. Aquí, donde asentó cabeza mi familia, estudié la secundaria en el Colegio Javeriano.

Entre mi familia, que yo sepa, no hay antecedentes musicales, excepto mi abuelo que tocaba la guitarra. Él murió a los 101 años de edad. Mi madre, diría que canta para ella. Tiene una voz muy afinada; además de buen oído.

A mí me encantó la música. Así que estudié canto y solfeo, y algo de guitarra clásica en el Conservatorio «José María Rodríguez». En la Universidad del Azuay mi formación y conocimientos fueron más de carácter teórico.

Los misioneros Javerianos pusieron su parte en mi formación musical. Integré el grupo «Hijos del Pueblo». Interpretábamos música andina. Qué tiempos aquellos; era el menor de los cinco integrantes. Hicimos una gran actividad cultural.

Luego, con mi hermano Pedro y Juanito Morales, formé el grupo Situma. Recuerdo que grabamos un casset con música tradicional.

Debo decir que esto me hizo ganar experiencia, enriqueció mis conocimientos musicales, sobre todo mi pasión: el canto.

Fui invitado a ser parte del Grupo Talleres Turi. Éramos seis muchachos llenos de ilusiones. Nos esforzamos por una conseguir una identidad propia.

Los recuerdo: Jaime Chapa Gallego, que también estudió en el Conservatorio, su hermano Eduardo; José Abraham Arias y su hermano Paúl, y Adrián Monge.

Éramos buenos compañeros. Lo que se dice: uno para todos, todos para uno.

En medio de esas andanzas musicales uno sueña, se forja ilusiones, se quiere conocer otros países, otras culturas. Así que, como grupo musical, le hicimos a la autogestión para obtener recursos. Y nosotros que nos dimos cuenta aterrizamos en España en junio de 1996.

Nos acompañó William Vergara, destacado músico, actualmente miembro de la Sinfónica de Cuenca.

Pudimos incluso ir a Francia, pues el visado nos lo permitía; pero nos encantamos con España, sobre todo en Andalucía, donde, como ahora, en verano como que la gente no duerme, prácticamente vive en la calle. Hay, no se imaginan, bastante vida social, cultural.

En los tres meses que duró nuestro visado, íbamos a ferias, por todo lado con nuestra música. Y hasta fuimos a parar en Jaén, la tierra del cura José Luis Sánchez, quien cumplía su misión pastoral en Santa Isabel. Fue una experiencia enriquecedora en muchos sentidos.

.- Luis hace una ligera pausa, y dice…

Pero yo me quedé con las ganas de volver. Era profesor en el Liceo Católico Americano. Así que, impelido por esas ganas, renuncié y me regresé a España. No lo hice solo, sino con mi esposa Isabel Calle y mi hijo.

A mis compañeros del grupo musical, claro que el solo hecho de decirles que yo me vuelvo para España les chocó, les chocó bastante. Yo también lo sentí muy dentro mío.

Recuerdo que me dijeron: “está bien”, “está bien”.

No establecimos en Jaén. Pero déjeme decirle que también se vino Edison Lucero, otro buen músico.

Ya en Jaén tuve que trabajar en lo que sea; pero Jaén es tierra de olivares. Abundan los olivares. Así que trabajamos en la recolecta de aceitunas.

Pero también me daba tiempo para hacerle a la música. No podía dejarla. No. Y yo que me di cuenta ya recalé en Andalucía. Y aquí sí, a tiempo completo me dedique a la música.

.- Luis ríe un poco, para seguir contando…

Es curioso ja-ja-ja. Los compañeros del grupo, que cuando vinimos se quedaron allá como huérfanos, empezaron a venir a España. Ja-ja-ja. Llegaron todos. Así que rehicimos el grupo y comenzamos con nuestras actuaciones en Andalucía. Los más destacados en Canal Sur y en Antena 3.

Fíjese que grabamos nuestro segundo trabajo musical en los Estudios Fonocruz de Córdova en un Compact Disc.

Duramos cinco años. Diría que el grupo duró lo que duró. Luego, pues, como cada uno tiene sus aspiraciones, sus pasiones, nos disgregamos. Unos se casaron con españolas; otros, como Jaime, se volvieron a Ecuador.

Y, pues, yo me quedé solo. Entonces me reinvento y decido mi rumbo como solista. Hasta llegué a grabar un disco de boleros de producción propia; al igual que otro de música instrumental con flauta de pan.

Me acuerdo de un hecho importante y vale contarlo. Un buen día me escribe Humberto Berrezueta, un compañero en el Colegio Javeriano, en Sayausí. Él hizo el papel de gestor, una especie de manager; y lo hizo muy bien, porque, el venderse, el promocionarse, es clave para un artista.

Como digo, mi fuerte es la voz. Sin ego alguno digo que con la voz es que me siento libre e identificado. Claro, sin olvidar mi guitarra.

Interpreto música de cantautores hispanos. Son con los que mejor me identifico por la profundidad de la letra, por la forma como la interpretan, por su contenido social, humano. Con la comercial, no mucho, si bien la respeto.

Admiro a Serrat, Sabina, Aute, Silvio Rodríguez, Pablo Milanés.

Y así es que empieza a gustarme la composición musical. Y me brota más este gusto cuando comienzo a hacer actividad musical con la cantautora de formación y guitarrista además, Leticia Prados Pelet, española.

Con Leticia conformamos el grupo Kaleidoscopio. Hicimos una tremenda actividad, experimentando y fusionando otras músicas de la cultura celta y sefardí, con nuestras voces e instrumentos como el arpa celta, flautas andinas, luego ocarinas.

Participamos en muchos festivales poéticos. Uno de ellos, en el Encuentro Internacional Cosmopoético de Córdova. Grabamos 3 discos: Tras la Huella, Harp and Pipes, y Kaleidoscopio

Con Leticia duramos 10 años, musicalmente por supuesto. Ella se abrió y se hizo solista. Así es la vida de los artistas.

.- Tras revisar otros apuntes en su mente, Luis Auquilla, sigue narrando…

He trabajado con otros músicos de diversos países. Por decir, con Nikos Tsiakris, guitarrista y compositor de Grecia, Majid Karami, luthier y percusionista iraní; Alain Van de Putte, compositor y productor belga.

Fui invitado a participar en el Festival Internacional de Música de Cine de Úbeda con la Orquesta Filarmónica de Málaga, para interpretar, con flauta de pan, «Tema de Amor»; al igual que en el Teatro Cervantes con la Orquesta Municipal de Málaga en el Certamen Internacional de Música de Cine.

Comencé a hacer mis propias composiciones musicales, a fusionar músicas. Y en eso ando. Experimentando con otros ritmos como el Son Cubano, la Bossa Nova y componiendo música instrumental, repito, con inspiración céltica.

Ya sin Leticia me vino un momento de para. Creo que fue bueno, porque uno reflexiona, trata de innovarse, de reinventarse. Luego, con Edison Lucero y Yeison Arenas (colombiano) conformamos el Trío Takiq.

Así que me dediqué a la narrativa de la poesía, como una necesidad de expresión multidisciplinaria de las artes. Las recito con mis propias composiciones musicales. Algo muy particular en esto: debo sentir profundamente la poesía para recitarlas.

Y así me di, por ejemplo, con la poesía de Jorge Dávila Vázquez. No le conozco, pero su obra me cautivó. Estaba, además de grato, encantado, asombrado. Y esto es estimulante para mí.

También lo he hecho de poetas de otros países.

Para ampliar mis conocimientos he aprendido de otras músicas, además que por cultura general. Sobre todo de inspiración céltica, que en España más se la siente en Galicia. Es una música muy mística, tiene nexos increíbles con nuestra música andina. Tiene una parte que es muy enérgica, muy rápida; y otra parte que es muy tranquila, repito, mística.

Lo que yo compongo está inspirado en ese aire celta.

.- Luis Auquilla Roldán se toma otra pausa para oír, desde el otro lado del “charco”, algunos apuntes sobre su arte, su vida, y con el mismo vértigo sigue comentando…

¿Qué, si vivo de la música? Desde que llegue a España siempre, siempre me he enfocado en la música. Claro, que con ciertos altibajos; pero vivir, vivir de la música es difícil; pues aquí tampoco es que está valorada en su real dimensión.

Pero qué le voy a hacer. Es mi pasión, y me defiendo. Ah, cuando uno está en su mundo, creando, recreando, entonces creo que ya está pagada una buena parte. El resto responde a otros componentes que, ojalá, se den. Pues, como en todo, hay que hacerse un espacio en este mar infinito de culturas. Años que llevo batallando. He logrado un espacio y lo defiendo reinventándome.

Esta es la dinámica. Ahora mismo fabrico instrumentos étnicos de viento: quenas, flautas de pan, bantsuris, shakuhachis, bajo el nombre de «Artelucho». Y los hago con amor de músico.

.- Y mientras en España, ahora, por el verano, anochece a las 10:00, Luis no ha parado de hablar…

Mi primer hijo de 27 años es economista, aunque no trabaja como tal. El otro, de 21 años, estudia flauta travesera en el Conservatorio Superior de Málaga.

Mi papá Pedro Auquilla estuvo por aquí un tiempo; pero se volvió. Murió en su tierra hace 10 años. Mi madre Hermelinda Roldán, como dije, vive aquí. Somos seis hermanos. Yo estoy en el medio.

¿Qué, si es cierto que todo lojano tiene su ADN musical? He oído hablar de eso, de lo que fue Pueblo Nuevo, y, claro, mis compañeros en el Conservatorio comentaban sobre este particular. Sé que tuvieron una buena formación musical, como ahora. Me hubiera gustado vivir esa época, así como ir a Ecuador, pero los pasajes son caros. Son años que no voy. La última vez que me fui, visité a José Luis Sánchez en su granja en un pueblo de Santa Isabel. Me acuerdo que cantamos. Fue duro asimilar su muerte. Eso puedo contar, pues, de lo que más sé es cantar. (F).

Por Jorge L. Durán Fugueroa

Redacción El Mercurio-Cuenca

.- Un texto hilvanado en base del diálogo con el artista.