Redes de corrupción

Eliécer Cárdenas E.

OPINIÓN|                                       

                                              

De que existe una tupida maraña de redes de corrupción en el Ecuador, es un hecho inobjetable, y no de ahora sino de antigua data, que pasando por la “Larga noche neoliberal”, que decía el que sabemos, cruzó rampante “La década ganada” y prosiguió tan campante como Jonny Walker, durante el “Morenato”, quien en algunos aspectos no hizo sino continuar el derrotero de la denominada “Revolución Ciudadana”.

Claro que, para el correísmo, la corrupción solo nació y fructificó cuando don Lenín Moreno, se desmarcó del guion dejado por el antecesor, con su corte de funcionarios, asambleístas, magistrados y tantos otros. Pero más allá del detestable concurso que al parecer se viene dando entre tiendas políticas, sobre “Quién ha sido más corrupto”, los hechos reales y palpables, certifican que el Ecuador es un Estado corroído por los más diversos virus mutantes de esta pandemia corrupta.

Y decimos virus mutantes, porque esos son por ejemplo ciertos elementos que antes aparentemente tenían empresas de construcción, que se transformaron de la noche a la mañana, en firmas que ofrecían medicamentos, pruebas de coronavirus, mascarillas, fundas para cadáveres y más insumos a precios elevadísimos.

De acuerdo a las investigaciones de la Fiscalía y otros organismos, hay nombres que se repiten con tanta frecuencia entre los supuestos responsables de esta epidemia corrupta de última data y de anteriores épocas, que no se necesita ser un Sherlok Holmes, para deducir que las redes de corrupción se hallan firmemente asentadas en el suelo y subsuelo de diversas instituciones públicas, así como en el IESS y otros organismos, para el disfrute impune de aquellos dineros del Estado, que hoy precisamente hacen tanta falta. Ojalá con tanto descubrimiento de estos deplorables casos de corrupción, algo se haga de efectivo para cortar los innumerables tentáculos de inmoralidad, dolo, falsificación de firmas, aprovechamiento de funciones públicas para delinquir bajo los paraguas de por lo menos parte de ciertas agrupaciones políticas que en un ejercicio de virtud (algo inverosímil por ahora), se auto depuren de pies a cabeza, es decir, desde la coronilla hasta las suelas de los zapatos, y sobre todo limpien sus bolsillos de rateros. (O)