Elecciones presidenciales

EDITORIAL|

La pandemia del coronavirus y la incertidumbre sobre su proceso, acompañada por la vergonzosa corrupción en el tráfico de medicamentos, en gran medida ha copado la información y las actividades de nuestro país, dejando en segundo plano el problema de las próximas elecciones presidenciales que se llevarán a cabo en algo más de siete meses. Salvo algún caso, no podemos hablar de una precampaña ni de negociaciones entre grupos políticos para apoyar a tales o cuales candidatos. Este evento se llevará a cabo en la fecha prevista, eliminando la petición de prórroga. Todo ello ha dado lugar a disminución del interés por este proceso que, en condiciones normales tendría más importancia.

La información por parte del ex alcalde de Guayaquil de no postularse para esta dignidad ha sido la noticia más notable ya que se trata de una figura con importante respaldo, avalado por el largo y exitoso ejercicio de esas funciones locales. En los últimos tiempos el debilitamiento de los partidos políticos y la falta de credibilidad ciudadana en su funcionamiento y planteamientos ha incrementado esta incertidumbre, abriendo camino para que populistas aprovechen esta confusión y traten de robustecer sus aspiraciones demagógicas en la que los planteamientos ideológicos son desplazados por dudosas ambiciones.

Difícil es pronunciarse sobre los efectos positivos o negativos de esta situación política en la toma de decisiones ciudadanas. Lo deseable sería que, ante estos hechos, se dé un proceso de maduración ciudadana sobre la importancia de este evento para que el ejercicio del derecho al voto, más que una molesta carga, sea un acto de conciencia y se robustezca el sentido de que, en una democracia, de una manera u otra, todos somos responsable del funcionamiento del país. Es además importante que, quienes aspiren a esta dignidad, tengan plena conciencia de la responsabilidad que conlleva llegar a ese destino.