Punto de quiebre

María Rosa Crespo

OPINIÓN|

En el capítulo X (segunda parte) del Quijote; ha mandado a Sancho al Toboso para anunciar su visita la Dulcinea, el escudero enredado en mentiras anteriores, no sabe como encontrar a la imaginaria dama; Ve pasar a tres aldeanas montanas en jumentos, va de prisa a contar a Don Quijote que la Dulcinea viene a visitarle escoltada por dos damas; Pero esta vez Don Quijote ve la realidad; tres aldeanas montadas en tres asnos, por más que Sancho pondere su belleza y donosura, el caballero encuentra una salida, la de creer que Dulcinea ha sido encantada, porque la realidad era difícil de soportar; de aquí en adelante Don Quijote se proyecta hasta la meta de su desencantamiento y la idea de que jamás lo logrará. La escena cobra relieve por qué aparecen trastocados los papeles; Don Quijote era el encargado de ver todo a través de la novela caballeresca mientras su escudero trataba de impedirlo. Aquí sucede lo contrario Sancho improvisa una escena novelesca y Don Quijote se estrella contra la realidad a la vista de las tres aldeanas; pudiera sobreponerse a la conmoción o liberarse repentinamente de esta idea fija; pero no ocurre ninguna de las dos cosas, la salida que tiene de la “Dulcinea Encantada” le libra de la desesperación, pero le impide también curarse: Dulcinea ha sido embrujada por un encantador envidioso de su fama. Lo cierto es que en este episodio pudo haberse enloquecido o volverse cuerdo, él opta por creer que magos malquistos han convertido a la Dulcinea en una pobre labradora. A la postre, acabara triunfando el escudero y está garantizado un desenlace feliz. (O)