Efraín

Josefina Cordero Espinosa

OPINIÓN|

Ni Mariano ni Tomás, ni siquiera José María como el taita, tenía un nombre extraño nunca oído por esos lados, se llamaba Efraín, Efraín gritaba la madre a la hora de yantar, a la hora de amarrar a los borregos, a la hora sin tiempo de sacar a su padre de la cantina, Efraíiin y el eco se volvía musical al rodar por el Zapateo tintineando como cascabeles, pasando el río Cañar hasta desvanecerse en el Ayahuaico, lindo huambra era decía la gente, facilito un quintal huashitaba al hombro, ninacuros eran sus ojos, lanzando piedritas blancas enamoraba a las longas, vivo, ni peleador era, no entendemos que pasó esa noche, la fatalidad sería, la fatalidad.

Frente al Altar-urca, allá donde se coge el camino a Culebrillas, la espiga tierna recién cuajada tronchó la muerte.

Un grupo de muchachos mestizos más racistas que los dichos blancos, se paseaban en una bicicleta tan rara entonces él les contemplaba, aprovechó un descuido y montó en ella, le atacaron y ya en el suelo alguien le remató con una piedra, al juzgarlos como siempre, el mas pobre de ellos fue a parar en el penal. (O)