A cada uno…

Simón Valdivieso Vintimilla

OPINIÓN|

A cada uno su máscara, dice la abuela de la casa. Y es que en otro momento habíamos escrito recordando a García Márquez eso de que los seres humanos tenemos tres vidas: pública, privada y secreta.

De ahí que de nuestra vida pública no podemos escapar al escrutinio y si es que somos funcionarios (a) públicos. De la privada siempre se dice que no hay razón espiarla, aunque disentimos porque no hay como tener dos vidas. Y claro la secreta, como el caso de “Doña Carmen y sus dos amores” en la novela de Jorge Amado, pues solo la conciencia guarda celosamente aunque como dice la abuela de la casa, se les durmió el diablo y en un santiamén sale a luz como cuando se justifica la ausencia al trabajo diciendo haber ido a la casa con el compañero a ver el papel olvidado.

Nuestra vida pública debe ser el fiel reflejo de la privada.  Y claro, como insiste la abuela de la casa -recordando al autor de “Cien años de soledad”-  a Don Aureliano se le ve tieso como una vela en público, al que las malas lenguas le atribuían una vida torcida en privado.

Y es que hay bastante tela en qué cortar frente al personaje macondiano que muy bien puede calzar en la vida de uno cualquiera de nosotros. Vale recordar: hablar de los demás, es arriesgarse a que se hable de uno. Por eso no es prudente ver la paja en ojo ajeno porque en menos que cante un gallo y no se diga  cuando se tiene rabo de paja afloran esas vidas secretas.

La atracción del poder hizo el resto dice la abuela de la casa, recordando la justificación de la impertinente ausente. Y para concluir evocamos al autor de “El amor en los tiempos del cólera” al decir que en estos tiempos el hombre de bien apenas se distingue del hombre de mal.  A cada uno su máscara y a don Aureliano la suya, que ya se le cayó. (O)