El andinista Galo Carrión asciende a una cumbre celestial

Fue uno de los pioneros del andinismo azuayo y del cine cuencano, además fue amante de la fotografía

Bolívar Sinchi l

Las montañas, la naturaleza misma eran su poesía y elixir de la felicidad. “A mí me cuesta caminar una, dos horas en la calle, pero cuando llego a la montaña puedo caminar todo el día con peso en la mochila cargado a la espalda. Lo que hay en la montaña no tiene que ser descrito con palabras, tiene que ser vivido, tiene que ser sentido”, dijo Galo Carrión en un diálogo ameno con El Mercurio en noviembre de 2017.

El “Chino” -como le conocían los amigos- ascendió este 23 de agosto a la cumbre celestial a la que estaba seguro que algún día llegaría, pero antes planeaba cumplir otros sueños como ir al Chimborazo, en diciembre; o regresar a las Torres del Paine en La Patagonia donde hace poco estuvo por cerca de un mes y medio.

“Ese paisaje le enamoró, era muy sensible, era un amante de la naturaleza”, indica Nicanor Merchán con quien el pasado cinco de junio realizó una de sus últimas caminatas desde Dos Chorreras (3.300 m.s.n.m.) hasta Tres Cruces (4.100 m.s.n.m.) para celebrar el Día Mundial del Medio Ambiente y los 55 años como andinistas.

Inicios

En su adolescencia Carrión formó parte del Club de Andinismo y Montañismo del Colegio Borja que después se convirtió en Movimiento Juvenil de Cumbres El-Sadday (dios de las montañas), fundado oficialmente en 1967. Hoy se llama Club de Andinismo Sangay.

Juan Tama Márquez, compañero de la promoción 1968 en el Borja, recuerda que las lecturas de Pepe Laso Rivadeneira de ‘La Misa sobre el Mundo’, de Teilhard de Chardin -el jesuita más sonado de aquellos años- influyeron en ese amor por las montañas que trascendía lo físico.

Muchachos de primero, segundo curso, “tomaban un bus hacia El Cajas a las 18:00 en San Sebastián, llegaban donde ‘Guevara’ a las 20:00, a la lumbre del fogón de carbón y leña. En medio de la noche, sin otra luz que las del cielo, tomaban un caldo de gallina bien caliente y a caminar toda la noche con destino a alguna laguna a la que llegaban con el sol del nuevo día. Allí nació y se templó el amor a las montañas de Galo Carrión y de muchos más”.

Conocimiento

Carrión fue parte del personal que elaboró el expediente para la inscripción del Parque Nacional Cajas y los tramos transversales del Qhapaq Ñan en la lista de Patrimonio Mundial de la Unesco. Tenía un conocimiento profundo de la reserva natural, desempeñándose durante cinco años como guardaparques.

Llegó a hacer cumbre en la mayoría de elevaciones ecuatorianas, incluyendo las más importantes. Hasta hace un mes que la pandemia le restó fuerzas y oxígeno, nunca dejó de ir a las montañas con la misma devoción de sus inicios.

Con Merchán no se perdía el llamado café de altura. “Entre semana o fines de semana, luego de elegir una cumbre, salimos de nuestras casas a las 03:00 o 04:00 con el café en un termo. La idea es tomar un café en la cumbre, con los primeros rayos del sol que casi siempre es sobre los 4.000 m.s.n.m.”, confesaba hace tres años.

Una cámara de fotos siempre acompañaba al “Chino” en sus diversas travesías. “En el caso de Galo, a más de recorrer las alturas de Los Andes, las grabó indeleblemente en preciosas fotografías que trasmiten no solo las bellezas hechas por Dios para disfrute del hombre, sino que nos convidan su personal percepción”, señala Tama.

Fotografía

Publicó algunos libros en los que fusionaba ambas pasiones. Uno de ellos fue “Otra mirada del macizo del Cajas”, de 251 páginas. Merchán dice que tardaron un año recorriendo juntos aquel macizo que fue declarado como parte de la red mundial de Reservas de Biósfera por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco).

Su profunda visión social lo llevó a colaborar para El Mercurio con fotos y videos que reflejaban la soledad que se percibía en la Atenas del Ecuador durante la cuarentena por la pandemia de la covid-19. “Es un silencio de abandono”, decía.

Su última película

Galo Carrión fue profesor de fotografía y audiovisuales en las universidades de Cuenca, del Azuay y de la Politécnica Salesiana. Era considerado un pionero del cine cuencano. A sus casi 75 años estaba con mucha expectativa de ir al estreno de la última película dirigida por Carlos Pérez Agustí: Retorno.

“Nos ha dejado sin ver la película en la cual tiene un papel de gran importancia. La película tiene una mirada humana, nueva y distinta sobre la migración”, dice Pérez quien espera estrenarlo en noviembre.

“Siempre tuvo predilección por papeles de compromiso humano, social. Recuerdo que su primer papel fue del campesino Julián Tenesaca en Cabeza de Gallo, película basada en un relato de César Dávila Andrade”, añade.

En 2012 representó a la vejez en el cortometraje Añoranzas dirigido por Cristian Narváez, estudiante del PROCINE. El corto cuenta el último paseo que realiza un anciano antes de morir.

En 1987, productores de un filme hollywoodense lo contrataron como doble del actor Peter Flack, en la película Vibraciones, filmada en la zona Austral (Cajas, Azogues y Biblián).

Fue miembro de honor del colectivo Casa Tomada y en 2016 fue incorporado como miembro de la Casa de la Cultura Núcleo del Azuay en la sección cine y audiovisuales. Pérez resalta que Carrión “era mucho más allá del cine y la fotografía, era un hombre de compromiso social y amante de la cultura, amante de la vida”.

FRASES

“El fin de la montaña no es llegar físicamente a la cumbre más alta sino llegar a la máxima cumbre de lo que soy humana y espiritualmente”
“Quien quiera hacer fotografía debe saber desarrollar sus sentidos y sus sentimientos, para ser capaz de mostrar en imágenes el olor de un mercado, la forma de hablar…”.
“El cine latinoamericano es distinto al norteamericano. En nuestro cine no ensalzamos héroes, nosotros proyectamos historias de corazón”.