El latido de la vida 

Hernán Abad Rodas

 Noche de octubre, frente a la ventana de mi habitación, el sol se oculta en el horizonte, en un árbol de capulí los pájaros terminan de acomodarse en sus nidos, la tierra inicia un largo silencio, luego pienso y medito en el sentido de la vida actual.

Lamentablemente vivimos sobre el manto de un mundo diseñado para la competencia y el individualismo, donde ya no hay lugar para los grandes sentimientos.

La vida es amplia y libre por naturaleza, aún para quienes han levantado una barrera en torno a lo propio y lo del prójimo, aunque hoy, parece ser más oscura que una lúgubre prisión.

En la vida existe un valioso tesoro, que permanece muchas veces invisible para los demás, pero que el ser humano escucha en la profundidad de su alma, este es la fidelidad o la traición a lo que sentimos y pensamos, como un destino o una vocación que tenemos que cumplir.

El latido de la vida, exige un intersticio, y a través de él puede filtrarse por los muros del autoritarismo y la esclavitud, la dignidad, el amor a la libertad y a la democracia, la grandeza antes las adversidades, las alegrías simples, el coraje físico y la entereza moral; así como las grandes mareas se escurren aún en las represas más fortificadas.

Basta leer a esa gran maestra de la humanidad que es la historia, para darnos cuenta de cuantos caminos ha podido abrir el hombre con sus brazos, cuanto ha modificado el curso de los hechos, con esfuerzo, con amor, valentía, y bajo un cielo de libertad, solidaridad, honradez y justicia.

La libertad nos fue destinada para cumplir una misión en la vida, y sin ella nada vale la pena; no debemos permitir que nadie nos la arrebate, a pesar de que, durante una funesta década, un expresidente verde-flex, con aureola delincuencial y hoy con síndrome de abstinencia del poder, desde un ático en el viejo mundo, aun manifieste que su vida le pertenece al pueblo, pues no hemos nacido para la servidumbre y la esclavitud.

Las almas grandes creen en el poder de la verdad, la paz y la justicia: rechazan, la ignorancia, el servilismo, la corrupción, el autoritarismo y la opresión.

“El Hombre superior no es belicoso, está siempre tranquilo, pero no es orgulloso, el hombre inferior está siempre orgulloso pero intranquilo, pensando siempre en su comodidad y privilegios” (Confucio) (O)