LOS PATRIOTAS DE CUENCA EN TORNO AL 10 DE AGOSTO DE 1809

Margarita Vega de C.

La verdad se devela con la luz de los años

 

Preámbulo

La independencia de Cuenca el 3 de noviembre de 1820 forma parte de ese proceso emancipador que vivió la Real Audiencia de Quito entre lo que consideramos que fue el primer grito de independencia en 1809 y la conformación de la República del Ecuador en 1830 luego de la desintegración de la Gran Colombia.

Para entender los más de 20 años transcurridos hay que tener en cuenta algunos aspectos de índole político administrativo originados desde los comienzos mismos de la dominación española en América.

Es por ello que si nos adentramos en una nueva revisión de fuentes primarias, en especial los libros de Cabildo de Cuenca, las Actas de las Juntas de Hacienda, y otros relatos y estudios de historiadores importantes, se ha podido redescubrir que la Revolución del 10 de Agosto de 1809, tuvo influencia y conexión ideológica entre los patriotas de Quito y los patriotas de Cuenca, es más me atrevería a decir que hubo en Cuenca un frustrado levantamiento que venía a reforzar el de Quito, como parte de un solo movimiento que tuvo especial trascendencia entre los acontecimientos políticos propios de este periodo, así lo vamos a demostrar en este estudio.

Desde otro punto de vista es necesario comprender que, aunque se considere que el comienzo efectivo de la Independencia de las colonias españolas se produjo cuando en 1809 se dieron levantamientos en distintos territorios de la América Hispana, puede estimarse que por lo menos desde dos generaciones atrás hay el contrapeso de la independencia de Estados Unidos y obviamente la influencia de los ilustrados franceses

Roberto Andrade percibe que los propósitos de emancipación política de América con respecto del reino de España, comienzan luego de los primeros años de la conquista; y fue provocada por los mismos conquistadores, por citar algunos ejemplos: Almagro en Lima, Pizarro en el Cuzco, el hijo de Hernán Cortés en México; y muchas otros en todo el territorio americano.

Efectivamente no podemos ignorar que de generación en generación, desde la Colonia temprana hubieron en la Audiencia de Quito un sinnúmero de instigaciones y levantamientos que propiciaban la rebelión en contra de España: en 1557 los indios del Cañar, en 1592-1593 la revuelta de las Alcabalas y el descontento de los Estancos, ya para finales del siglo XVII en el caso de Quito mismo, con el memorable Espejo y sus seguidores hay un despertar del espíritu libertario, de igual manera en Cuenca, en marzo de 1795 se distribuyen panfletos y se escribe en los muros de la ciudad, una serie de consignas entre las que se decía:

«A morir o vivir sin el Rey prevengamos, valeroso vecindario. Libertad queremos, y no tantos pechos y opresiones».

Cada uno de estos eventos y personajes, que iban en pro de la libertad, fueron duramente fustigados y aún asesinados por la corona española, ejemplo visible fue la prisión y muerte de Eugenio de Santa Cruz y Espejo. Luego del levantamiento de las Alcabalas, las autoridades de la Audiencia asesinaron a doce rebeldes y la ciudad, es decir Quito misma fue sometida al desprestigio; de manera similar sucedió en la misma capital años después, el 2 de agosto de 1810, cuando fueron asesinados entre otros, Juan de Salinas, Juan de Dios Morales, Antonio Ante, Manuel Rodríguez de Quiroga, Francisco Javier de Ascásubi, Juan de Larrea. En Cuenca, las persecuciones y sanciones por los hechos de marzo de 1795 no se hicieron esperar en contra de los autores intelectuales; las

autoridades reales levantaron juicios criminales en contra de Paulino Ordóñez, Fernando Salazar y Piedra, Joaquín Tobar.

Desde luego que estos hechos acuñaron, en toda la Real Audiencia de Quito, rencores que se incrementaron día a día y renegando por las imposiciones de la monarquía absoluta, por todos bien conocidas, estallaron definitivamente entre 1820 y 1822.

Entonces el 10 de agosto de 1809 y el 3 de noviembre de 1820 deben ser entendidos como consecuencia de un proceso que lleva tiempo, así como en el marco de una visión de conjunto, no solo en torno a la Real Audiencia de Quito sino también en torno a la nación hispano-americana y a Europa.

De ahí que concordamos con Roberto Andrade cuando dice que “los infortunados patriotas no pensaban en libertad ni en derechos, sino en la emancipación de los tiranos de España, para llegar a ser ellos los tiranos”.

El escenario y el tiempo

A través de la lectura de los libros de Cabildo, de las Actas de la Junta de Hacienda, del Fondo Administrativo de la Gobernación, de las Reales Cédulas, se deduce que entre los años de 1807 y 1809 la clase política de Cuenca vivía de las novedades que venían desde Europa, con respecto de los problemas entre España y Francia y de manera especial de las disputas por el reino de España, entre Carlos IV y Fernando VII, pero ya fueron motivo de preocupación la acostumbrada Misa que no se celebró en la Catedral, por el cumpleaños del Rey, con la consecuente indignación y sentimientos de desaire y rebelión que denunciaba el Gobernador Aymerich o los reclamos que ocasionaban los concursos de los Curas para ocupar puestos en la Iglesia, el nombramiento de autoridades locales; o la última elección de Diputado para la Suprema y Real Junta Central que se hizo al Alcalde de segundo voto, Fernando de Salazar y Piedra.

A poco y por orden del Virrey de Lima, el Gobernador de Cuenca, empieza, a pedir donativos a todos los gremios, iglesias y pobladores para cubrir los gastos en defensa de la Nación (España), progresivamente se solicita al Ayuntamiento y a la Real Hacienda cuantiosos préstamos, de los dineros del Caudal de Propios y del Arca de Pocitos. Y comienzan también los juramentos de fidelidad por parte de las autoridades, no solo al Rey Fernando VII, sino más bien a la Junta Suprema y Central de Gobierno constituida en España (en Aranjuez) y trasladada luego a Sevilla.

Entonces la existencia de objetivos comunes genera un pacto de lealtad inquebrantable entre el representante del poder civil, Melchor Aymerich, Coronel de Infantería de los Reales Ejércitos, Gobernador Político y Militar; y el representante del poder religioso, Obispo de Cuenca, Andrés Quintián y Ponte, quienes maniobran para que ambas partes cumplan con su juramento de fidelidad al soberano y a la religión, no se puede dudar de que estaban muy cómodos, tanto económica como socialmente para asumir con tanta pasión los beneficios del poder absoluto.

Suspenden las libertades públicas y en el marco del más duro régimen militar establecieron en toda la provincia y en toda la Diócesis la incautación del correo, el cierre de caminos y la libre circulación, la confiscación de bienes, el control de la opinión, todo el que revelaba cierta independencia, fue destituido y en la mayoría de los casos apresado y recluido sin proceso. Desde los púlpitos se enseñaba que faltar a la fidelidad al Rey, era faltar al orden establecido por Dios y de pronto hacerse merecedor al peor de los infiernos. Se crea un estado de guerra permanente, se levantan tropas, inclusive con los “presos que no merezcan pena aflictiva”, para la defensa de los Sagrados Derechos del Rey y de la Religión.

Juntos Quintián y Aymerich comprenden, que Cuenca se había consagrado como la capital política y religiosa de la región austral de la Audiencia y tenía el más cercano contacto con el Virreinato de Lima y por ende con la Junta Suprema de Sevilla. Tenían absoluta conciencia de que todo lo escrito adquiría un poder imponderable frente a los ojos de las autoridades de América y de Europa, cuidaron de dejar constancias en actas, sobre su fidelidad personal y de la supuesta fidelidad de toda la ciudad y población, en la documentación que por sus funciones estaban obligados a llevar.

Los hechos

Aparentemente, en el año de 1809, había completa paz en la amplia hoya del Paute, hendida entre los altos nudos del Azuay y de Portete que habían silenciado las voces y el pensamiento de los habitantes de Cuenca y su provincia.

Sin embargo, llama la atención entre las actas revisadas, ésta, del 7 de febrero de 1809, en la que se da contestación a una certificación que el Señor Obispo solicita al Ayuntamiento de Cuenca y que dice:

[…] el vesindario ha gozado, y goza de una paz, y tranquilidad plausible, asi por la buena concordia que ha observado, y observa (el Obispo) con el gobierno Politico y Juridiccion real como por la justificación que há demostrado en su gobierno junto con el trato amable, y piadoso con toda clase de Gentes, por cuyas recomendables circunstancias se hoyen continuamente en este Pueblo sus elogios con expresiones de gratitud y regosijo […]

De allí no se registran mayores novedades hasta que estando reunidos a las doce para abrir unos pliegos que habían llegado desde Quito, en sesión de Cabildo intempestivamente se lee lo siguiente, el 16 de agosto de 1809

[…]vn Pliego que acaba de llegar con Nema para el Muy Ilustre Cavildo franqueado con sello de la Administración de Correos de Quito ál parecer, y despachado, según vn rotulo que se halla en el mismo Nema; por el Presidente de la Suprema Junta; acordaron los señores, que por/total falta de los Señores Regidores ausentes en el Campo; se combocase para efecto de abrir dicho Pliego á los Sugetos mas expertos de esta Ciudad, como son el Prebendado Doctor Tomas Borrero, Doctor don José María de Landa, Secretario del Ilustrisimo Señor Obispo; don Antonio Soler tesorero Oficial real don Antonio Garcia y Trelles Administrador de Correos, don Juan Rivera contador de el Real Ramo de Alcabalas, don JoseHerse y el don Nicolas Mosquera[…]

Llama la atención que de pronto, sin más ni más al término de dicha acta conste lo siguiente: “[…] y que los relacionados ratifiquen antes de todo el Juramento debido de fidelidad ál Soberano don Fernando VII y en su Real nombre á la Suprema y Real Junta Central que govierna el Reyno, de amor á la Patria, y de guardar secreto en todo lo que se tratare, y acordare”.

Se da por supuesto que en Cuenca, todavía desconocían lo ocurrido entre la noche del 9 y 10 de Agosto en la ciudad de Quito.

Luego, inmediatamente comparecieron los Señores electos, e inteligenciados de lo sucedido y con los juramentos de ley procedieron a abrir el referido pliego de fecha diez de agosto y que era firmado “al parecer” por el Marques de Selva Alegre, comunicando que el pueblo de Quito temeroso de ser entregado a la dominación francesa, se ha congregado para cesar legítimamente a los magistrados de la Junta Central y que en su lugar había creado otra igual, Interina eligiéndolo Presidente.

Ante lo que el Regidor Decano don Ignacio Dávila, exige una madura consideración sobre dicho comunicado y pide que en primer lugar se oficie al Señor Gobernador para que en Junta de Real Hacienda disponga la extradición del Dinero necesario para el sueldo de cien hombres que irán a las armas en caso de ser necesario.

Luego de esta fecha en que oficialmente se conocen los hechos acaecidos en Quito, los cuencanos sufrieron cambios radicales en la cotidianidad de su vida, cambios que implicaron inmensos sacrificios y sufrimientos y que no dejaron de suceder, prácticamente hasta la conformación del estado ecuatoriano en 1830, y aún después de esta fecha.

Efectivamente, se pidió el dinero a la Junta de Hacienda en sesión del 17 de agosto de 1809, y es cuando el Contador, Francisco Calderón se niega a entregarlo. (Junta de Hacienda 1806-1851).

Ese mismo día 17 de agosto, también hubo sesión de Cabildo excusándose de asistir Nicolás Mosquera y Joaquín Salazar, “alegando para ello que habían murmuraciones del Pueblo”, informan también que se separan de esta Junta.

Sigue el Cabildo, sesionando sin la presencia del Gobernador Aymerich; el 18 y el 19 de agosto deciden la retención del conductor del Pliego “[…] sustanciándose las respectiva causa por el Señor Governador por las proposiciones ceductivas vertidas en esta ciudad por dicho conductor […]” sabemos entonces que fue detenido y luego muerto en la prisión de Guayaquil don Joaquín Tobar. En esa misma sesión se decide abrir las otras comunicaciones que iban para Loja y Guayaquil y no enviarlas por ser seductivas.

El 21 de agosto reciben una comunicación remitida por el Gobernador notificando que había despachado al Cabildo de Quito el Bando con el que avisaba las prevenciones hechas al vecindario para el caso de ser acometida la ciudad con violencia, entonces el Cabildo decide convocar a los vecinos “Nobles y Honrados” residentes en Cuenca a fin de que concurran a un Cabildo Abierto, invitan más o menos unos cuarenta vecinos y se pide que elijan diputados en representación de los comerciantes (se elige a Paulino Ordóñez, en cuya casa parece ser que vivió o vivía Francisco Calderón y su familia), otro diputado en representación de los Maestros Mayores de todos los demás gremios, dos diputados más por la Diócesis y el llamado al Obispo de Cuenca para que con su buen criterio ilustre a esta Junta. Es por demás decirlo que todos estos invitados al Cabildo Abierto habían sido inteligenciados para “[…] hablar cuanto hallaren ser conveniente al servicio de Dios, del Rey y de la Patria según las actuales circunstancias y en su consecuencia […]”.

Acuerdan en sesión del día 21 de agosto, pasar oficio al Gobernador para notificar:

[…] que algunos individuos de este Vecindario han salido fuera de la Ciudad, sin mas objeto que prestar independencia a las disposiciones gubernativas convenia que paraevitar dicha independencia se pase el enunciado oficio a fin de que provea inmediatamente por medio de los Alcaldes de Barrio y Guardas de todas las entradas que no se permita dicha salida sin licencia i pasaporte de su Señoría en el caso demás que urgente necesidad, procediendo contra los transgresores con el rigor que corresponda[…]

En el tan esperado, Cabildo del 22 agosto, ya con la presencia de Aymerich aprueban todo lo acordado desde el día 17, y luego:

[…] trayéndose los libros de los Sagrados Evangelios á la Meza de esta Sala, tomando la voz el Ilustrísimo señor Doctor don Andres  Quintián Dignisimo Obispo de esta Diocesi, hincado de Rodillas y puestas las manos en Dicho Libro, expuso: juro á Dios, y a Jesucristo Crusificado, sobre ellos, que ratifico él Juramento solemne Practicado en la Iglesia Catedral de obedecer ál Rey Nuestro Señor don Fernando Séptimo, y en suReal nombre á la Junta Suprema Central que govierna en España y estos dominios: de defender los derechos de la Corona, y autoridad de dicha Suprema Junta, la Religion, y la Patria, hasta derramar si fuese necesario la ultima gota de sangre […].

Jura no obedecer a la Junta de Quito y en iguales términos también lo hacen el Gobernador Aymerich y todos los demás presentes en el número aproximado de treinta:

[…] sin la asistencia de los demás Señores Deputados por ausencia según al razón dada por el Mayordomo […]

Así comienza el Cabildo Abierto, en el que deciden lo siguiente:

  1. […] el desarmamiento de Guarnicion a la tropa Veterana de Quito por recelo de infidencia, y otras consecuencias contra este vecindario […] se mantengan los individuos de dicha tropa, en el quartel de prevención, separado de la Tropa Auxiliar provisionalmentelevantado.

¿Por qué estuvo en esos días esta tropa en Cuenca?

  1. A este Cabildo se introdujo un pliego serrado, era:

[…] un papel irrespetuoso, y seductivo contra las actuales circunstancias, aprobando tasitamente al intruso Govierno de Quito que pretende Subyugar a esta muy Leal Ciudad, que tiene jurado defender, y morir por los derechos del Rey […] ” firmado el tal papel por el Alcalde ordinario don Fernando Salazar.Asi mismo, y en este propio acto    se recibió, y abrió por el Señor Governador otro papel firmado por el contador oficial Real don Francisco Calderon en los mismos términos que el anterior de dicho Alcalde; que mencionados en su consequencia con atención al grave delito cometido, se proveyó en ambos asumptospreveniendo se arreste en la Carcel Publica, sin comuniacion, y con embargo de los bienes sustanciadoce las causas por los Comicionados Licenciado donJuanLopezTormaleo, y Regidor don José de Neyra: y asegurándose de seguida los Papeles y caudales de la Real Contaduria que fueron del cargo […]

En este mismo Cabildo se ordena que:

  1. […] se recogiese las Armas de Fuego, y Blancas las/ que con rotulo, ó marca de sus respectivos dueños se entregarán en Gobierno para cuyo verificativo se publique. Vando en que se haga entender al pueblo la necesidad de tan justa disposición, y de que dichas Armas Se mantendrán siempre a disposición del Pueblo […]

¿Por qué se desarmó al pueblo, y por qué se registran los nombres de los que portan armas?

  1. Se introdujo otro pliego serrado con Nema a don Manuel Chica, al parecer de don Xavier Montúfar, Corregidor de Riobamba, en el que se adjunta otro dirigido a José de Neyra, y Veles con varias cartas para distintas personas, eran dirigidas por la Junta recién creada en Quito, contenían los nombramientos de Gobernador y Asesor General de gobierno a José Neira y a don Pablo Hilario Chica, quienes estando presentes, dijeron que miraban dicho nombramiento con el desprecio que se merecen por no venir de legítima autoridad, deciden archivar dichas cartas con excepción de la Francisco Calderón que se agregará a su causa criminal.
  2. Además retienen otra Carta dirigida al Sargento Pozo, “[…] para que el Gobernador proceda en contra de dicho Sargento y lo que por el tenor de dicha carta aparezcan en alguna complicidad”.
  3. Luego de esto deciden enviar a Guayaquil al Piquete de Soldados venidos de Quito, Además se dice al final de esta acta que “[…] se ha descubierto con mayor evidencia por documentos auténticos el Libertinaje e insurreccion de dicha Capital de Quito con el supuesto Basallaje a nuestro legitimo Soberano.”

Luego de analizar con mucha conciencia esta acta del día 22 de agosto, nos queda una sensación de desconcierto ¿qué imprudencia la de Salazar y Calderón enviar para el Cabildo Abierto semejantes comunicaciones? ¿Qué absurdo la de la Junta de Quito? ¿Cómo es posible que se nombre, Gobernador y Asesor de Gobierno a dos personas a quienes no se las había consultado?

O, quizá, ¿es más bien esta Acta, la historia de una traición?

Obviamente y para mi entender en ese día se puso en conocimiento todo el correo que habían incautado; no olvidemos que la primera comunicación del Marqués de Selva Alegre, notificando la creación de la Junta de Quito tenía fecha del 10 de agosto de 1809, y quien la trajo fue apresado, en cambio se guarda secreto sobre cómo aparecen en ese día las demás comunicaciones. Estos datos y muchos otros nos dejan la sensación de que se frustró en Cuenca un levantamiento que venía a reforzar el de la noche del 9 y la madrugada del 10 de Agosto en Quito y de que éste estuvo difundido y fortalecido en la Audiencia, mucho más de lo que tradicionalmente se ha aceptado.

Luego la historia se repite en los libros de Cabildo, el día 24 de agosto hubo una comunicación de Cañar en la que se daba cuenta de que se descubrió otro Pliego con tres cartas, de Fernando Salazar, Juan Calderón y Juan Antonio Terán, dirigidas al Marqués de Selva Alegre, reconociendo y obedeciendo a la Junta creada en Quito, reconociéndolas como insurgentes, por lo que se dirigió las dos a su respectiva causa y la de Terán para que procedan los Comisionados á formarle causa previo su reconocimiento. Se notifica también que ha llegado a Alausí, “don Fulano Melo” quien traía el designio de prender al Gobernador para conducirlo a Quito, ¿cómo es posible que se mande a “prender” al Gobernador, si es que antes no había pacto para ello? (luego de algunos días hay una orden de prisión para don Vicente Melo, por traer cartas subversivas) José María Vásquez de Noboa, Abogado de las Reales Audiencias de Lima y Quito y Alcalde ordinario de segundo voto, y don Antonio García Trelles Administrador de Correos ofrecen alistar tropas, el primero de Infantería y el segundo de Caballería obsequiando al Rey sus servicios, por otro lado se trata sobre los indios sublevados en Guamote. Por otro lado se manda a embargar quinientas mulas (11 pertenecían a Francisco Calderón) de don Guillermo Valdivieso de la capital de Quito, insurrecto y seductor, de quien también se encontró cartas que se leyó el día anterior en el Ayuntamiento.

Se decidió se ponga en libertad los presos que no merezcan pena “aflictiva”, para destinarlos a las armas. Por último acordaron “[…] se saque testimonio de todos los Papeles interceptados procedentes de la Suprema Junta Central Supuesta en Quito y se remita al Virrey del Perú”. También:

[…] en este Cavildo, y con motivo de las actuales circunstancias de rebolucion por las seducciones que asi en papeles impresos como en otros se están haciendo en la ciudad de Quito, considerándose que en la correspondencia procedente de dicha Ciudad conducida en este dia debe haver iguales papeles, se procedio a reconocer la tal correspondencia, y en efecto se encontraron varios de ellos, y acordaron los Señores se ponga en el Archivo/secreto hasta otro Cavildo […]

Versiones de otros historiadores:

Según nuestro buen historiador Octavio Cordero Palacios:

La opinión de Cuenca, desde el año 809, aunque sofocada entonces por la incontrastable influencia de nuestro Obispo, el Ilustrísimo Señor don Andrés Quintián y Ponte, estaba inclinada a las ideas de independencia. Lo prueban, la altiva conducta de don Francisco García Calderón y de don Fernando Salazar y Piedra, que en dicho año de 809, osaron oponerse al prestigio del Señor Quintián y al poder del Gobernador Aymerich […].

 Dice que además que “es público y notorio” que en los primeros movimientos que hubo el año de 809, padeció mucho Juan Orosco, eclesiástico, porque era opuesto a los españoles además que fue público y notorio que el ciudadano Fernando Salazar, tío carnal del citado Eclesiástico, por iguales circunstancias, fue exiliado a Guayaquil y luego a la capital, en junta del contador Francisco Calderón. (Palacios, 201).

“VIAJE IMAGINARIO” folleto, que circulaba subrepticiamente, entre los patriotas en los mismos años de 1809 y 1810, dice acerca del Obispo Andrés  Quintián y Ponte:

[…]Vi al Pastor de la Iglesia convertido en general de ejército, y derramar el dinero del Seminario y de otras obras pías en creación de tropas y perdonar dos años de tributos para entusiasmar más la gente. Le oí predicar por sí, y por medio de un lego de la Merced, llamado Fr. José Velens contra los quiteños. Observé que animaba con espíritu militar al Gobernador Aymerich, y que le dio ejemplo levantando una compañía de clérigos de corona con el nombre de la muerte, que le hacía guardia […]

En otro episodio se cuenta:

[…] salgo y veo al Doctor D. Pablo Chica que con semblante feo conducía arrastrados ocho hombres cargados de presiones que remitía el Gobernador de Cuenca, para que los juzgase Cucalón ¿qué presa tan rica para este hombre cruel En el momento los colocó en un obscuro y hediondo calabozo, con grillos y cepos, sin permitirles comunicación, cama, ni alimentos […] entre quienes había un oficial real y un alcalde ordinario. Yo prescindo de la facultad que D. Melchor Aymerich comisionó a Cucalón para que juzgase a súbditos de territorio ajeno, que no habían delinquido en los términos de su jurisdicción, porque mi narración es lo que he visto practicar, y no de lo que debió practicarse. El hecho es que Cucalón dio rienda suelta a su genio compasivo, dejando morir con los grillos puestos a D. Joaquín Tobar interventor de correos […]

Sigue el relato hasta el año de 1810:

El día de Corpus, 21 de julio entraron por la noche los presos, o más bien los mártires de Guayaquil dejando sepultado en Ambato a D. Fernando Salazar, Alcalde ordinario de Cuenca, víctima inocente del furor de Aymerich y Cucalón. Vinieron de orden del Sr. Virrey de Lima; pues de lo contrario ellos hubieran entregado su espíritu metidos o por mejor decir colgados en el grande y elevado cepo, que había formado la caridad de Cucalón para matarlos. Con este motivo me impuse la causa o delito de D. Francisco Calderón, oficial real de Cuenca y supe que todo el crimen que cometió fue el de negar los caudales de la real caja, entre tanto no se le manifestase libremente de las juntas de Hacienda y Guerra, pues el que se le presentaba era de la que me habían levantado los Ser. Gobernador y Obispo.

A este relato le hace valioso dos cosas: uno, que es tomado de la Biblioteca Ecuatoriana Mínima, en el tomo correspondiente a Cronistas de la Independencia y la República 1960 (1-58) Y lo escribe el Provisor y Vicario General del Obispado de Quito, Manuel José Caicedo, sobrino materno del Obispo José Cuero y Caicedo, quienes participaron juntos en la procesión por las calles de Quito el día 2 de agosto de 1810.

Y dos, cobra mucho valor estas descripciones de lo ocurrido porque podemos comprobar en actas de cabildo la coincidencia de nombres y la rigurosidad de esta historia por la confirmación de algunos de estos hechos.

La relación que a continuación hacemos con las palabras de Manuel Caicedo en Viaje Imaginario, pone de manifiesto la gran verdad acerca del tan mencionado apoyo de Cuenca a los realistas:

Las tropas de la contrarrevolución instaban por venir a Quito a deponer a Salinas, y dar al Sr. Conde la libertad que no creían tenía, y este Sr. Las detenía con el designio oculto de que viniesen sus favoritos de Lima, a lograr las satisfacciones que les brindaba un pueblo pacífico, y llenarse después, sin haber hecho nada, de honor y gloria, y de los más falsos méritos. Tal es la condición de los mortales, que se visten de apariencias a falta de realidades. De aquí el que habiendo llegado a Riobamba el nueve de noviembre el Gobernador de Cuenca, y pasado a Ambato se le mandó detener, y como se empeñase en pasar adelante, dio orden el Sr. Conde al Comandante Checa para que hiciese resistencia y fuego, si no se detenía con cuya noticia, y un oficio áspero que se le pasó por dirección de Arechaga dio una vuelta a la derecha, y regresó a Cuenca, con el desconsuelo de no haber sido tan conquistador como los limeños, y sus oficiales con el fastidio de no haber lucido sus personas, ni logrado del botín que se proponían coger.

Es real que Quito, volvió al orden constituido, bajo la acción de Arredondo, y del

apoyo de las tropas enviadas por el Virrey de Lima.

Conclusión

Para concluir podemos afirmar que de aquí en adelante, las páginas de los libros de Cabildo hasta terminar el año de 1810, guardan esa misma historia, la prisión de más gente, la conformación de tropas para la defensa de Cuenca y la toma de Quito, pero no fueron las tropas de Aymerich, las que dieron término al primer movimiento independentista de 1809, lo fue Arredondo y las tropas del Perú; sin embargo se vaciaron las arcas de la ciudad, y el patrimonio de los ciudadanos, se dejaron sin obras de caridad a las órdenes religiosas y a las iglesias, se afectó a las nacientes escuelas y colegios, al hospital de la ciudad, se callaron las voces de rebelión y de protesta, se enmudeció a los familiares más cercanos de los presos, así el caso de las hermanas de Fernando Salazar, y de la esposa de Francisco Calderón, Doña Manuela Garaicoa,  hermana de Ana Garaicoa que contrajo nupcias con José de Villamil; Manuela es madre de Abdón Calderón, nacido en Cuenca en 1804, joven soldado que luego de luchar para la toma de Guayaquil el 9 de octubre de 1820, siguió en Huachi, y otras batallas y murió días después de la Batalla de Pichincha en la que fue herido gravemente; y también es madre de Baltazara Calderón que fue  esposa de Vicente Rocafuerte, todos ellos próceres de la Independencia definitiva de nuestro Ecuador.

¿Cómo no dejar constancia de los pensamientos que surgen cuando se analiza con profundidad nuestros Archivos? ¿Cómo afirmar entonces, que Cuenca fue realista? lo fueron obviamente sus autoridades que dominaron a la población en base del terror.

Es de anotar entonces que entre los primeros presos y muertos por la Independencia están los PATRIOTAS DE CUENCA.

Por último, quisiera terminar la presentación de este Estudio con esta frase de Bergier, que logra implicaciones interminables y pone de manifiesto esa ansia de libertad que tienen los pueblos pero que nunca la consiguen en toda la extensión de la palabra:

“La libertad, fue muchas veces para los antiguos y modernos una palabra vaga, una divinidad desconocida, que adoraban sin poder definirla”.