Ausencia y presencia

Claudio Malo González

Partida definitiva, viaje sin retorno son términos que se usan para referirse al fallecimiento de una persona. En nuestra cultura, los que quedan consideran un hecho doloroso y los rituales y reacciones emocionales tienen un contenido de pesar con manifestaciones de llanto. En el pasado, en algunos lugares, para enfatizar la partida, se contrataba plañideras, mujeres “profesionales en llorar” que cobraban por sus servicios. Los que en su interior sentían satisfacción, debían fingir sufrimiento.

Aunque físicamente no existan, continúa su presencia en las personas cercanas, que enfatiza los recuerdos positivos y agradables de los que se fueron, en otras palabras, se los recuerda con placer. La vida humana es una secuencia de satisfacciones y sufrimientos –dudo que se podría hablar de satisfacciones si no existieran sufrimientos- Sin discutir la inmortalidad del alma, es evidente que los que se fueron permanecen en los recuerdos de las personas cercanas.

El día de difuntos está dedicado a la conmemoración de los muertos- celebración sonaría rudo. Se enfatiza en los recuerdos placenteros; en los ceremoniales populares, hay un claro matiz de satisfacción y los cementerios y tumbas, sin ser un contrasentido, son los lugares en que se la exterioriza. En algunos lugares se organiza junto al túmulo una comida con los platos preferidos del ausente, como si se celebrara su cumpleaños o algún evento exitoso.

Sin conocer plenamente lo que ocurre en el interior de otros integrantes del reino animal, es claro que, en los humanos, con el sufrimiento de su ausencia se entremezcla la alegría de su presencia. La muerte biológica pasa a segundo plano y la presencia no material de los recuerdos alegres sobrevive en la memoria. (O)