Misterios de lo circular

// Rincón de Cultura Jorge Dávila Vázquez

Todo en El tiempo semejante,  poemario de Juan Carlos Astudillo Sarmiento, es un retornar hacia la hondura del paisaje, del ser que forma un todo con la naturaleza, de la meditación inagotable, del pensamiento que parece un mar -de nubes, silencios, corrientes cristalinas-, en incesante vaivén trascendental, perenne.

El poeta se siente unimismado con el paisaje, que le ofrece los motivos para una hermosa colección de fotos, en la que -con su delicado arte de fijación de imágenes- opta audazmente por el blanco y negro. Esto nos lleva a pensar que nunca habla directamente del entorno, por bello que pueda ser, si no de la resonancia que este tiene en el interior del alma humana; esos ecos milenarios que resuenan secretamente en nuestro interior, aunque no todos estemos en capacidad de percibirlos.

Por eso, el tiempo es semejante a sí mismo, a la mente y la sensibilidad del hombre, del artista, y particularmente de Astudillo, en esa sutil relación en que entran el poeta y el todo: vivencias,  percepciones del mundo y el yo, la mujer, las hijas, los seres más próximos, los más amados, aquellos en los que la enigmática tempestad de lo temporal, tan pronto pasa como se detiene, eterna.

Una y otra vez, Astudillo reflexiona sobre ese fluir de los tiempos, que tan pronto parecen ser históricos, míticos, objetivos – día, noche, amanecer-, como subjetivos, detenidos en la palabra, a la que le dan una especie de pátina de eternidad.

La imagen visual y la palabra se hermanan a lo largo del volumen, nos ponen reiteradamente ante un fenómeno circular que nos abisma, enajena y libera, simultáneamente.

La lectura más apropiada de esta obra intensamente lírica, es la simultánea: aproximamos -o intentamos, al menos- llegar a la hondura de las reflexiones poético-doctrinarias que salen del hondón del alma del poeta, y nos remansamos en las emociones paisajísticas, profundas, llenas de indescifrables contenidos, sugerentes, fuera de la noción común de las percepciones de lo real, que parecen materializar aquello que alguien llamaba los paisajes del alma.

Frente a un libro de tan enigmática belleza, en que nada es lo que parece, nos sentimos arrastrados por el torbellino de lo temporal y lo eterno. (O)