Árboles míticos

Tito Astudillo y A.

En el imaginario de los pueblos, la presencia de un árbol como elemento fundacional o componente de identidad es una constante, muchas veces recogido por la literatura y las artes en general, como el Matapalo, especie identificada con el agro montuvio en la novela Los Sangurimas de José de la Cuadra; el Capulí, en la cotidianidad, gastronomía y manifestaciones culturales morlacas, el Mangle y el Chontaduro en la plástica del artista esmeraldeño Alberto Santoro, por proponer tres ejemplos.

En la novela Huairapamushcas, de Jorge Icaza, el árbol, Yatunyura, se erige como símbolo de una comunidad indígena homónima, ficción concebida como una unidad cultural profundamente ligada a esta planta, “…le temen y le adoran…”, y es motivo de ofrendas como enterrar animales en su entorno para fortalecer sus raíces; es su referente ritual, espacial y comunitario. Cuando este árbol es cortado para improvisar un puente sobre el río desbordado, la comunidad se siente en orfandad y, en total desamparo, ve cómo la creciente del río arrasa sus chozas, animales y sembríos, obligándolos a buscar refugio en el páramo. El árbol que usualmente significa naturaleza, sostenibilidad, paisaje, sombra y cobijo, madera y gastronomía, muchas veces, también, significa identificación comunal.

Nuestro entorno, de cuatro ríos exuberantes de vegetación nativa y exótica abundante de paisaje y avifauna; de un círculo montañoso pródigo de flora vernácula y maderas nobles; de un complejo de páramos, lagunas y ríos que al amparo de vegetación nativa única, conservan y proveen agua; de huerta y chacra, diversas y abundantes, puntuales en su calendario de solsticios y equinoccios, ofrecen una diversidad de plantas con destino paisajístico, maderable, alimenticio, medicinal y ornamental, que puestos en valor en un marco de cultura ambiental, pueden ser motivo de identidad, también. (O)