Una muerte anunciada

Marco Carrión Calderón

Ocurrió la semana pasada lo que desde hace tiempo el país sabía que iba a suceder: la destitución por cesura de la Ministra de Gobierno, María Paula Romo. Lo que sí resultó sorprendente es que hasta el partido de gobierno haya votado por ello. Es que la debilidad inconcebible de este gobierno ineficiente, sin cabeza ni directrices, ha propiciado el absurdo inconcebible de que ni sus asambleístas hayan sido capaces de respaldar a la única figura notable que tenían. La única pues el Presidente Moreno significa poco menos que nada.

Una Asamblea Legislativa del todo desprestigiada e incapaz, con una aprobación de apenas el 2 % no puede ser, por falta de autoridad moral, juez de nadie. Y sin embargo todavía hay allí algunos ingenuos o sinvergüenzas que se creen con derecho a hacer un juicio político. Ellos no tienen, con ese bajo nivel de aceptación ciudadana, autoridad moral, pero sobre todo no tienen capacidad para llevar a cabo un juzgamiento de ese nivel.

Veamos que la principal causa de enjuiciamiento y destitución fue la de que la Policía utilizó bombas lacrimógenas caducadas. Allí se puede ver la tontera del argumento. De esas gentes que parece que ignoran la tremenda asonada que pretendió, sin lugar a dudas, y obedeciendo a Correa y su mafia, derrocar el gobierno actual. Por malo que sea, como estoy convencido, el sistema democrático exige que termine su período, lo cual es cercano.

La ex Ministra tenía en sus espaldas la debilidad de haber negociado los Hospitales con unas mafias corruptas que ahora están tras las rejas, y haber sido una tránsfuga y evidentemente oportunista. No olvidar que apoyó el triunfo del prófugo corrupto que se refugia en Bélgica y estuvo tras la redacción de la malhadada Constitución de Montecristi. Luego se separó por divergencias difíciles de conocer y se reencauchó como morenista. (O)