Cristian Martínez Borja sacaba arena del río antes de ser una pesadilla de los arqueros

Sería el tercer colombiano en inscribir su nombre en la historia de los máximos artilleros de la Serie A

En la historia del balompié ecuatoriano sólo hay dos goleadores colombianos. Coincidencialmente ambos dejaron una huella imborrable en 2005. Wilson Segura con 21 tantos a favor de Liga de Loja fue goleador en el Torneo Apertura; Omar Guerra con 17 goles para Aucas fue el máximo rompe redes del Torneo Clausura.

Quince años después podría sumarse un tercero a la corta lista: Cristian Martínez Borja, de Liga de Quito. “El Parce”, de 32 años, lleva 24 goles en 25 partidos en la LigaPro Serie A. La cifra podría aumentar en las últimas cinco fechas de la segunda etapa sin contar los dos partidos extras que podrían sumarse de haber finales.

Tras un 2018 y 2019 irregulares, por falta de oportunidades, este 2020 Martínez mostró de qué está hecho y por qué en su momento le requirieron clubes de Brasil, México, Serbia y de su país natal.

Hoy está entre los delanteros más efectivos en la historia de Liga de Quito, tan solo por debajo de Juan José Pérez (29 en 1975), Francisco Bertocchi (26 en 1969) y Paulo César Evangelista (25 en 1981).

Su historia

En la infancia, Martínez tuvo que gambetear algunos problemas sociales. Una crónica de El País en 2016, señala que cuando tenía siete años ayudaba a su familia a extraer arena del río Atrato para después venderla en su natal Quibdó para la construcción.

Cristian es el quinto de seis hijos que tuvieron los esposos Arnobio Martínez y Romelia Borja. Nacieron en el barrio San Vicente. Solía reunirse con sus amigos en la cancha “maltrecha y polvorienta” situada enfrente de su casa.

Era tan feliz, a pesar de la humildad en la que vivíamos. Tenía muchos amigos con los que jugábamos todo el día. Nos sentíamos libres. No salíamos de la cancha”. Muchos con los que compartió en su infancia fueron presa de las pandillas y drogas.

“Vi a muchos amigos míos fallecer. A la gente la mataban delante de nosotros porque en la cancha muchos muchachos se volcaban en la parte de atrás a meter vicio. Que yo no cayera en todo eso fue una bendición de Dios”.

Pero mucho tuvo que ver también su padre, quien era estricto y quería ver a sus hijos siempre ocupados. “Cuando no estaba jugando fútbol o recogiendo arena, me iba ayudarle a mi mamá a vender chance o plátanos en la galería, siempre estaba ocupado”.

Por un momento pasó por su cabeza ser militar y servir a la patria. “A mí me gustaba el ejército, pero salí temprano en el fútbol y no me tocó”. Cuando tenía 15 años, un amigo de nombre Wilson le llevó a Bogotá para que pruebe suerte en el fútbol. Desde entonces la pelota de fútbol ha sido su mejor aliada. (BST)-(D)


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